Si México es un país múltiple, nuestra literatura no tiene por qué ser única como si fuera elaborada por una máquina de IA elemental. Nada. Es un instrumento estético de muchas cuerdas y, por tanto, de muchos sonidos. Pensé algo parecido durante mi lectura de Nacidos con alas, novela de Leonor Labastida publicada por Tulbox, en la Ciudad de México, en noviembre de 2024. Se trata de una novela donde el universo del delito se mezcla con el universo mágico, ese que conocen los nacidos con alas, “cuya mirada penetra otros mundos y cuya voz es escuchada y favorecida”. Como pueden ver, la belleza y el misterio son la medida de todas las cosas.

Leonor Labastida nació en Los Mochis, Sinaloa, México. Es escritora por vocación y consiguió hilar esta historia de momentos álgidos que nos inducen por escabrosas sendas de misterios luminosos. Cristián, una joven de clase alta, es secuestrada una mañana mientras se dirige a la escuela. Es blanca, de ojos claros, estatura regular y pelo largo. Los perpetradores son una banda de profesionales que la sacan de Los Mochis y la suben a la sierra. Durante horas conducen dos trocas cuatro por cuatro por veredas que no aparecen en ningún mapa. En algún punto del camino surge una mujer, Teresa, a la que atropellan. Cristián la mira caer y le permiten acercarse a ella que balbucea: Busca a Lola, son nacidas con alas, y muere. La secuestrada conserva el mensaje sin comprenderlo. Llegan a la casa donde la mantendrán al cuidado de tres mujeres, mientras sus padres pagan el rescate, un millón de dólares.

En un pequeño pueblo serrano, Lola despierta transpirando. Ha visto a su mamá muerta. Sabe que así es. Utilizando sus dotes de adivina, la encuentra entre la maleza muy lejos de su casa y se la lleva para darle sepultura. Sufre, llora. Está desconcertada porque en el sueño le dijo que buscara a una güerita, que ambas eran nacidas con alas. Encontrar una blanca entre las indígenas de la sierra Madre le parece fácil, pero algo presiente, porque la empieza a soñar. Que está en peligro. A la vez, Cristián sueña una joven de cabello rizado. Las cancerberas la tratan bien. Todas las mañanas hacen tortillas en harina en un comal y huelen delicioso. Todos los norteños sabemos que justamente así huele el paraíso por la mañana. María, la jefa de las guardianas, padece artritis muy avanzada y sabe que de eso va a morir. Cristián experimenta una sensación desconocida en sus manos y toma las extremidades deformes de María. ¿Saben que pasa? Es un grato momento de la lectura de Nacidos con alas que no les pienso escatimar.

Mientras tanto, Lola ya está en busca de la güerita. Se interna en el bosque en plena oscuridad, pero nada logra. En casa, atiende a la clientela de Teresa. Aliviar males de todo tipo incluyendo los de amor. Varios hombres son la parte masculina de la novela, Sergio, papá de Cristián, Martín, el enamorado de Lola, Ramiro, el jefe de los secuestradores visibles y don Miguel, un anciano que es el gran consejero. Los tres primeros están siempre, aunque las que tejen la historia son Cristián y Lola, que son jóvenes y están aprendiendo las posibilidades de sus vidas que ahora tienen más misterios que certezas. Les dejo estas preguntas. ¿La rescatan?, ¿alcanzan a conocerse? Leonor Labastida señala que “se entienden con el corazón”. Don Miguel orienta a Lola siguiendo los deseos de Teresa, pero, ¿Y Cristián? Si algo hay que cerrar en esta historia, le toca a usted. Saludos.

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