Cada pueblo, cada raza, es una cultura y, como tal, el cuerpo de las costumbres, los sueños, los deseos, los espacios, las artes y el lenguaje. La vida está hecha de palabras y pueden fijarse en muchos idiomas; por ejemplo, en español, inglés o yidish. Esta podría ser una propuesta de Indecente, escrita por la norteamericana Paula Vogel, premio Pulitzer en 1998. Su obra ha ganado varios premios en México. Desarrolla la estética del metateatro logrando que la alternancia de escenarios genere momentos provocadores de excelente factura. Magaloni, en su propuesta, destaca la evolución del teatro como parte de la vida. La historia inicia en 1906 en Varsovia y se cierra en 1952 en Estados Unidos.

Comparto mis impresiones de la obra con los lectores de EL UNIVERSAL que aman el teatro, y con mis queridas y queridos lectores de narrativa, que siempre están conmigo. Me atrevo porque esta obra producida por Ana Kupfer, Yosi Bernestein e Ivonne Márquez, ofrecerá dos funciones, los días 9 y 10 de julio en el Teatro Silvia Pinal, ubicado en Versalles 27, colonia Juárez. Disfrutarán una obra cuidadosamente recreada por un grupo de artistas que se entregan totalmente. Actúan Jorge Lan, Ana Guzmán Quintero, Majo Pérez, Roberto Beck, Fede Di Lorenzo, Alberto Lomnitz e Elizabeth Guindi. ¿Saben cuántos personajes representan? ¡30! Lo que significa que de alguna u otra manera, siempre están en escena. Ah, tres magníficos músicos tocan durante la obra. Acordeón, violín y flauta. ¿Imaginan el dinamismo? Pues eso.

Va un breve comentario sobre Indecente. Un joven dramaturgo polaco, Sholem Asch, que escribe en yidish y se tiene fe, consigue que su círculo literario lea su primer obra titulada “El Dios de la Venganza”. Los lectores se escandalizan y no la recomiendan por indecente. No se desanima. Se marcha a Berlín donde es un éxito y luego realizan una gira por las principales ciudades europeas. En los años 20 empiezan los problemas de los judíos y la compañía emigra a Estados Unidos. El gueto judío la acepta aunque no aprueba completamente que dos personajes femeninos se besen apasionadamente y que las actrices decidan vivir juntas. La censura se hace presente. La traducen para Broadway pero hacen modificaciones que provocan una crisis en la compañía, que incluso es encarcelada. ¿Qué más? Es mejor que vayan al Teatro Silvia Pinal y experimenten la emoción que producen las actuaciones comprometidas del elenco, que además baila y canta. Recordé que la novela Ulises de James Joyce, también fue prohibida y los ejemplares tirados al mar.

Hay otros aspectos que sobresalen en la puesta. Emilio Zurita se luce con la escenografía e iluminación; Sara Salomón propone un vestuario que se vuelve significativo; Gabriela Aldaz Perroni es la coreógrafa. El trabajo de adaptación al español lo resuelve Enrique Arce Gómez, considerando la traducción de Ingrid Haas. El videomapping de Miriam Romero funciona perfectamente y, claro, la dirección impecable de Cristian Magaloni. “Escribes una obra de teatro y dejas de estar solo”, afirma el autor, y denuncia que, “todas las religiones son capaces de vender a su Dios por el precio correcto”. En fin, tienen ustedes una oportunidad única de pasar dos horas memorables en el teatro y por, supuesto, tener muy claro que el teatro mexicano está más dinámico que nunca. Allí nos vemos.

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