Del 25 al 29 de noviembre pasado la imaginación de un grupo de escritoras y escritores invadió San Luis Potosí, capital mundial de la cultura 2025. Una maravilla. El alcalde, Enrique Galindo, bailó con Dolores del Río, que salió de un cuento de Mónica Lavín, “Fly me to the moon”, cantada por Jorge F. Hernández. En ese instante los personajes de Silvia Molina dejaron su tristeza y sonrieron, en ese momento la voz zapoteca de Natalia Toledo abrió ocho puertas por las que entraron elegidas y elegidos del destino. Laura Tristán leyó sus intensos textos sobre problemas a los que nadie puede cerrar los ojos. Nadie, menos Verónica Murguía, que preguntó si eso era épico o lírico. Daniel García Álvarez de la Llera, director de cultura, no respondió. El poeta Víctor Manuel Mendiola, curador del Festival, sonrió, luego murmuró algo a Verónica, que hizo un gesto afirmativo.

Por la noche apareció don G. N. S., nos confió: “Yo soy de San Luis Potosí, de mi barrio San Miguelito”. Órale. Lo rodeamos. Reveló que había leído La invención de todas las cosas, de Jorge Volpi, y El seductor de la patria, de Enrique Serna. Se dirigió a Guillermo Arriaga para que le firmara Salvar el fuego y pidió a Luis Miguel Aguilar que leyera de nuevo el poema de los niños porque no le había entendido. A Chema Espinasa lo miró de soslayo, confesó que su poesía le daba viajes prolongados y ganas de pensar en el mundo. En cuanto al Zurdo Mendieta, musitó y desapareció. En ese momento las magnolias que habíamos plantado crecieron y sus flores blancas y moradas dieron sentido a nuestros minutos en el parque De Morelos. Nada es más verdad que la belleza.

San Luis Potosí es una ciudad con muchos merecimientos. Sus edificios históricos, las plazas llenas de sueños, sus largas calles peatonales y sus fantasmas. Tienen que conocer a Adán Medellín y a Vicente Acosta, escritores jóvenes de la ciudad. No esperen a que se conviertan en ancianos. Martín Solares también estuvo en la fiesta y presentamos Como vi a la mujer desnuda cuando entraba en el bosque, y nunca olvidaremos, ni frente al pelotón de fusilamiento, la tarde en que nuestra querida Irene Vallejo, acompañada de su caballero aragonés, entró al lugar donde la esperábamos ansiosos. Es una ternura. Ternura que jamás perdió. Además, ella y Volpi tuvieron una conversación sobre el descubrimiento del hilo negro y del agua tibia con la que consiguieron que los queramos más. Sencillamente son unos sabios y tienen que leer El infinito en un junco y La invención de todas las cosas. Hay claves que van a recordar y algunas que conocerán. Libros, Kafka, pasado y futuro.

Fue una fiesta grande. Leímos textos, conversamos en centros educativos y firmamos libros en las presentaciones y en una librería. Había fila para llegar a los autores y autoras. Algo poco visto en México. Muy emocionante. Por supuesto que comimos enchiladas potosinas, asado de novia y carne seca con traguitos de mezcal. Fumamos cigarrillos de hoja y visitamos las laderas de ilusión. Lo más asombroso fue el fiel público lector que una tarde tras otra llenó el vestíbulo del Ayuntamiento. Laura Barrera presentó a los autores; como nos ha leído a todos y todas, la manera de hablar de nuestra obra fue única. Gracias amiga. Otra cosa que me gustó es que las autoridades siempre estuvieron presentes y claro, los regalos y la hermandad entre nosotros que los asistentes notaron de inmediato. Gracias San Luis, los lectores de EL UNIVERSAL te saludan.

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