Es placer grande vivir un mes, tradicionalmente difícil para los mexicanos, lleno de música, ideas de emprendedores, avances en el mundo empresarial y amistad para sobrellevar 11 meses en que uno se puede doblar, pero jamás quebrarse. La verdad son las orquestas, los instrumentistas, los cantantes y los conferencistas los que nos mantienen en un universo mágico muy parecido al de leer para comprender. Algo así como: aprendo, luego existo, que nos afirma como seres humanos que confiamos en que todo tiempo futuro, será mejor. Por suerte y porque la Sociedad Artística Sinaloense, que dirige Leonor Quijada, organiza esta fiesta múltiple, me invitan a una comunión con la música en que puedo apreciar el trabajo de los directores Enrique Patrón de Rueda y Miguel del Real. La voz maravillosa de la soprano eslovaca Patricia Janecková y la reciedumbre del tenor costarricense Joaquín Yglesias, y piezas que son un viaje por los recuerdos y por el gran arte del bel canto. Pero no es una experiencia que sólo yo disfrute; percibo en los rostros de la comunidad presente que fácilmente los atrapa la belleza tan particular de las voces y el sonido de los instrumentos.

Todos los años, la empresa departamental Coppel realiza convenciones en distintas ciudades de nuestro país. Este año fueron 24 y en cada una de ellas se realizó un concierto. La idea es que los trabajadores no sólo entren en contacto con temas propios del giro de la empresa en que prestan sus servicios, que tiene como tendencia la modernización de sus sistemas de operación, sino que tengan una experiencia estética que les permita abrir universos con los que necesariamente no están familiarizados. Desde luego que también es una experiencia invaluable para artistas que estudian en diversas academias del país, que tienen oportunidad de advertir la importancia de ser cantante, pianista, guitarrista o parte de una orquesta sinfónica o de una camerata. Este enero tuvimos la oportunidad de ver a dos bailarines en escena, Elisa Ramos Brossier y Erick Rodríguez Fernández, que bailaron partes de Don Quijote en Mazatlán, y dejaron su huella no sólo en el ánimo del público ávido que abarrotó el Centro de Convenciones, sino en el “Amarillo amargo mar de Mazatlán por donde pasan ráfagas de nombres”, como lo describía nuestro poeta mayor, Gilberto Owen. Es un trabajo titánico el que realiza el equipo operativo de la SAS que en pocos días crea estas atmósferas de grandeza de las que todos salen contentos y fascinados. La música y el canto revelan lo mejor de cada quien.

Es definitivamente loable que Coppel, estimule el gusto por el arte entre sus trabajadores. Que para esto haya creado un grupo de ejecutivos especializados que se coordinan con la Sociedad Artística Sinaloense para garantizar el éxito total de este servicio de la empresa a su personal que cotidianamente la hace mantenerse y crecer incesantemente. Esta actividad es complementaria de lo que ellos reciben de las políticas culturales del gobierno, que en los últimos tiempos se perciben peligrosamente erráticas y bastante alejadas de un público que requiere formación ininterrumpida y variada. Además de los mencionados, en este programa se han presentado artistas como la soprano Ana Capetillo, quien, como siempre, lució maravillosa y potente; el pianista cubano Ángel Rodríguez, el apasionado bolerista Rodrigo de la Cadena y el tenor Arturo Chacón.

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