Un aspecto importante de la literatura mexicana contemporánea, donde los territorios tradicionales de dos culturas se combinan con los riesgos narrativos, es la calidad que surge del trabajo de autoras y autores que son grandes lectores, observadores de la realidad, con apertura hacia lo nuevo y con una paciencia a prueba de cansancios e incertidumbres. Agrego la agudeza de su oído para escuchar la música del cosmos y el ruido de un fantasma al traspasar una pared. Tales son algunas características de Rayo Guzmán que se perciben en su novela Coyote Balcánico, publicada por Hachette Livre, en diciembre de 2024 en México. “La paciencia es más sabia que el impulso”, señala la autora, y puede usted pensar en el tiempo que tarda en florecer la palma Talipot.
Desde que tiene conciencia, Eloísa recorre los rincones de Mineral de pozos. Nada teme. Aprende a convivir con vivos y muertos, hasta convertirse en una hermosa joven con piel de barro y cabello ensortijado. Se enamora y acepta casarse con Federico, pero conoce a Darko, un serbio que vive al límite y que le mueve el piso de tal manera que se engancha con él. Por unos días París fue una fiesta. Vive momentos muy amorosos y muy terribles que condicionan su vida, también porque de esa relación nace Zoran, un chico inquieto parecido a su padre, que es el coyote balcánico, personaje central en esta historia. Rayo Guzmán, que nació en Celaya, Guanajuato y vivió parte de su juventud en Culiacán, ha desarrollado una historia vibrante donde cada personaje es un proyecto de vida. No desdeña el claroscuro, por el contrario, lo despliega de tal manera que somos testigos de los sueños y el desencanto de todos. “Añorar la felicidad experimentada es una trampa… Una truculenta fantasía”, expresa Rayo, y usted pone a Eloísa en el centro de sus deseos, aunque Zoran despierta de inmediato nuestra simpatía y lo seguimos hasta Belgrado cuando decide enfrentar a su padre, de quien tiene el peor recuerdo. En ciertos momentos, Eloísa sueña con su espada de Damocles.
Me atrevo a vaticinar que Coyote Balcánico les va a gustar no sólo por la solidez de sus personajes mexicanos y serbios, sino por el juego mágico que la autora llama En el bardo. También es notable la idea de que la vida con colonche y rakija de ciruela es más llevadera, y me hicieron volver a la frase de mi pandilla, ¿Qué sería de nosotros sin estos relajantes? Y como dice Guzmán, “no necesitan ganar todos los juegos para obtener un campeonato”. ¿Imaginan la manera en que Zoran conoce a su novia Flavia? Este detalle les va a encantar y seguro les traerá recuerdos de esos que provocan sonrisas cálidas.
Les advierto, María, la mejor amiga de Eloísa, les partirá el corazón. Aleksandar y Ljubica, padres de Darko, llamarán su atención y podrían comprender las variaciones de su conducta en relación al nieto. Pero, ¿qué son los pueblos sin la magia de sus tradiciones?, ¿sin las voces de las ánimas, la presencia del nahual y de Vuka, la bruja balcánica? Tienen que ver cómo mutan y lo tremendo de sus enfrentamientos. Cómo influyen en la conducta de los humanos, en este caso de Eloísa y Darko, que se pierden y ya verán si se reencuentran. La vida da muchas vueltas, dicen, solo que algunas vueltas son tan largas que pueden perder su nombre. Algo para no olvidar de Coyote Balcánico es que, “por la sonrisa se meten las hormigas al corazón”, y ahí, según Rayo Guzmán, nacen los arcoíris. Feliz lectura y excelente verano.