México también es una inmensa tumba, Magali Velasco narra el descubrimiento de la “fosa clandestina de Santa Fe, en las afueras de la ciudad de Veracruz, donde localizaron 305 cuerpos”. Quizá exista otra más grande. Otra en que tal vez estamos enterrados todos. Estoy de acuerdo con Eduardo Antonio Parra cuando afirma que se trata de un, “relato negro, estremecedor, doloroso, en el que las víctimas toman la acción y la palabra”. Cocodrilos es mención Honorífica del Cuarto concurso iberoamericano de novela Ventosa-Arrufat y Fundación Elena Poniatowska Amor, editado por estas instituciones asociadas con la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y el grupo editorial Sial Pigmalión en México, en noviembre de 2024.
El fotoperiodista Santiago Becerril acompaña a las madres buscadoras en la frenética búsqueda de sus seres queridos. Cada registro fotográfico es un grito destinado a ser escuchado por el mundo y por la historia. Magali Velasco teje con manos trémulas esta historia de dolor donde seres humanos son destinados a ser pasto para los animales salvajes. Becerril teme, pero no deja de dar pasos. Acelera cuando asesinan a Amanda, su maestra en la universidad. Una mujer que no temió a las famosas fuerzas del orden, y menos al general que tenía una cárcel particular y los asesinados que no llevaba a los arenales los repartía entre sus mascotas, unos cocodrilos que siempre estaban hambrientos. Los miembros del poder y los narcos son dueños de muchas vidas veracruzanas. Santiago tenía claro que, “el trabajo del periodista… es cuestionar y buscar éticamente la verdad”, y por supuesto que tenía claro que, “la verdad no se mata”, como tampoco se calla. Velasco deja entrever que desea que sus contemporáneos no nos convirtamos en seres acomodaticios, sin criterio, incapaces de señalar una injusticia. Plantea que la vida de Santiago no es fácil. En su trabajo es vigilado, su madre se halla muy enferma, el amor de su vida tiende a diluirse y por supuesto que no tiene amigos. Un día le pasan un mapa con el que puede llegar a la que “después sería la fosa clandestina más grande de Latinoamérica.”
Muchas periodistas de nuestro tiempo son auténticas heroínas, como Amanda; héroes como Santiago, que no basta con que sobrevivan en nuestra memoria, requieren ser protegidos. Cada periodista que muere es más que una historia que se apaga. Magali mantiene al lector en un reflexión viva, donde el orden establecido es duramente cuestionado. Por supuesto que sabemos que la respuesta será el cinismo, pero no nos arrancarán el corazón sin que sepan de qué estamos hechos. Como bien saben, en EL UNIVERSAL hay periodistas que están amenazados. Nosotros defenderemos su trabajo. Así lo hizo Santiago Becerril con el trabajo de su maestra y es un gran ejemplo a seguir.
Desde otro ángulo es acertada la manera en que Magali maneja el desgarramiento humano, ya que cada lector experimenta el peso de cada una de las palabras. Desde luego que hay escenas en el malecón del puerto, considerado la cantina más larga del mundo. Un sitio donde todo el año es carnaval, se sonríe y se bebe hasta avistar barcos piratas; por ahí pasaron Santiago y Daniela, la chica que ama, una arqueóloga integrante de un equipo explorador que localiza restos de las naves de Hernán Cortés; pero lo que siempre está presente es el juego entre la vida y la muerte, donde la vida siempre pierde. Salud y tengan presente que la violencia está frente a sus ojos.