Si solo fuera un animal de amor,

Agradecidamente dejaría

Rodar la noche, despeñarse el día;

Si solo fuera un animal de amor.

Canta Alfonso Reyes, el poeta en París, en 1926. De 1925 a 1927 fue embajador de México en Francia, donde se llevó la ciudad a sus bolsillos en un profundo acto amoroso. Al menos así se percibe en el libro, Alfonso Reyes, dos años en París (1925-1927) , una edición de Adolfo Castañón, David Noria y Guillaume Pierre, publicado en diciembre de 2024 por Consulat Général de France À Monterrey, IFAL, FIVS y el Fondo Editorial de Nuevo León. Ofrece tres aspectos de la vida de Reyes: Inmersión en su vida cotidiana, Documentos inéditos y Su sueño de vida y de carrera. Contiene textos de ocho personas, ocho visiones que nos acercan al autor, más algunos ejemplos de su vasta obra y el prólogo de Guillaume Pierre, Carolina Farías y Jorge Vázquez.

Adolfo Castañón, nada tímido, concede el primer acercamiento a la personalidad del regiomontano. “Se reencontrará ahí con numerosos amigos y relaciones y atesorará como pocos esa proteica capacidad suya para convivir no sólo con el mundo oficial, diplomático y aun aristocrático, sino con los escritores y artistas de toda laya con los que va amistando.” Gabriela Mistral confirma en la despedida del embajador Reyes, “Él ha logrado una cosa difícil como un repecho: hacer estimar del europeo al muy discutido hombre de la América española”. Y Alfonso Reyes dice en esa fiesta de despedida. “La amistad, de la que un ala está hecha de amor y otra de inteligencia”, luego de asegurar que es ese perfume que usted siente de tarde en tarde. Javier Garciadiego nos acerca al diplomático, al primer embajador de México en Francia. Señala que hizo una “doble gestión diplomática: además de sus responsabilidades oficiales, Reyes se esforzó para que la literatura mexicana fuera reconocida en Francia.” Y agrega que el doctor honoris causa por la Sorbona, “apoyó los esfuerzos de artistas mexicanos como el músico Manuel M. Ponce y los pintores Alfredo Ramos Martínez y Manuel Rodríguez Lozano”. En una entrevista, Reyes cita a escritores que trabajaron en el Servicio Exterior: José Rubén Romero, Julio Torri, Manuel Payno, Ignacio Manuel Altamirano, Efrén Rebolledo, entre otros. Ahora que ustedes lean el libro y observen las fotos y documentos, tendrán la duda, ¿qué tanto apoyó a la pianista Angélica Morales? Como dijo el Nobel Bob Dylan, la respuesta está en el viento.

Víctor Barrera Enderle lo llama “ministro poeta” y asegura que, “durante su estancia francesa… alcanzó su madurez literaria y adquirió plena conciencia de su condición de escritor hispanoamericano.” Además, según nos cuentan, conoció lo que debía conocer de comida francesa y de vinos. José Luis Martínez y Hernández hace un recuento de los momentos importantes en la vida de Reyes. Cita fechas y el lector puede fijar la manera tan especial en que este mexicano vivía sin dejar su trabajo diplomático y sus responsabilidades como creador. Un ejemplo de innovación y dinamismo. “El primero de una gloriosa serie de escritores diplomáticos mexicanos nombrados en Francia en el siglo XX”, añade Guillaume Pierre, cónsul general de Francia en Monterrey. Mi maestra en la UNAM, Fabienne Bradu, comparte la expresión de Reyes en su despedida, “no es gozoso abandonar Francia”, seguro que no. También nos cuenta de los amigos galos Jules Supervielle, Jules Romains, Paul Valéry y otros. Ahora,seamos amigos de Reyes también.

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