En un mensaje a la Conferencia Teológica Internacional del 30 de noviembre, el papa Francisco le señaló a los teólogos que debían desmasculinizar a la Iglesia Católica, fortaleciendo la teología desarrollada por las teólogas, reconociendo a varias de ellas, a quienes mencionó.
También, y en una posición aparentemente contradictoria, el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, advirtió a la Conferencia del Episcopado de Alemania que debía disciplinarse y no podía discutir aspectos doctrinales básicos de la Iglesia como el sacramento para los divorciados, los derechos de la comunidad LGTTTBQ, el sacerdocio femenino y el celibato sacerdotal.
Simultáneamente un grupo de cardenales conservadores, entre ellos el cardenal emérito de Guadalajara Sandoval Íñiguez, le exigieron al Papa que se definiera en forma contundente, reafirmando viejas condenas a los homosexuales, negando el sacramento a los divorciados y cuestiones doctrinales tradicionales. El papa les respondió con firmeza, a la vez que hace guiños al trabajo pastoral con grupos habitualmente excluidos como las feministas y la colectividad LGTBQ. Reafirmó que el derecho canónico debe tener una inspiración misionera, lo cual abre las puertas para ampliar el apoyo a las mujeres y quitar la excomunión a quienes practiquen abortos, a la vez que permitiría personas casadas y mujeres en actividades sacerdotales en ciertas regiones de trabajo misionero. Esta sería una primera etapa para la apertura institucional.
La respuesta descalificatoria de los conservadores fue inmediata, pero Francisco sabe dónde “apretar”. Le redujo el sueldo al cardenal Burke, otro de los firmantes con Sandoval, a la vez que salían a relucir miles de abusos sexuales de la Iglesia Católica española, un reducto ultraconservador que Francisco no ha podido controlar, pero que lentamente los va poniendo “contra la pared”. En España y otros países europeos, la crisis del catolicismo se puede medir por la constante disminución de pago del impuesto religioso.
El problema que tienen los conservadores es que pierden vocaciones sacerdotales, sus feligreses se convierten al pentecostalismo o se pasan a las filas de agnósticos y ateos. Lo más notable es que los templos católicos tienen cada vez menos jóvenes, más aún después de la pandemia. Los obispos, conscientes de la crisis, han comenzado a maquillar las cifras de bautizados, mantienen en sus registros a curas que abandonaron el sacerdocio y exageran los resultados para evitar ser sancionados en las visitas ad limina quinquenales al Vaticano.
Otro asunto complejo y que expone la crisis eclesiástica, es el comportamiento escandaloso de los jóvenes que estudian en escuelas religiosas dedicadas a la clase alta que administran las congregaciones conservadoras. El “manto de silencio”, del que gozaban las clases altas, se ha desmoronado y cada vez trascienden más los desmanes de jóvenes de clase alta. Las redes sociales tienen un elemento clave en la circulación de la información y los medios no tienen otra posibilidad más que evitar la pérdida de credibilidad, publicando también información que sale en las redes sociales.
En este contexto complejo Francisco tiene que pensar a futuro y le apuesta a una renovación eclesiástica, muchas iglesias protestantes han implantado el sacerdocio femenino y además con hombres casados, y son exitosas, no hay ningún versículo de la Biblia que lo impida. La relación con la comunidad LGTTTBQ es complicada, pero, en esa materia, la Iglesia católica no tiene “muchas piedras para arrojar”. A nadie se le escapa que hay sacerdotes y religiosas que provienen de esta comunidad. Los feligreses lo saben y lo aceptan con caridad, respeto y solidaridad, pero les indignan los abusos y la pederastia, que son otra cuestión, donde la institución tiene muchas deudas.
Muchas encuestas han definido la posición de los creyentes quienes prefieren que los sacerdotes sean casados “para evitar otras tentaciones”, a muchos no les asustaría que las mujeres ejerzan el sacerdocio y aceptan sin objeciones las preferencias sexuales de los “hombres y mujeres de Dios”. Los conservadores han perdido la batalla cultural, todos lo saben, pero siguen dominados por el miedo al cambio, sin asumir que han perdido autoridad entre los feligreses. Sólo falta un cambio de timón que, lenta e inexorablemente, Francisco va anunciando, evitando así los traumas de un cisma; Francisco sabe cuándo perdonar, como la asombrosa llamada telefónica con el presidente electo de su país, Javier Milei, y también, cuándo avanzar.
Debemos prepararnos para ver la caída de muchos paradigmas que imaginábamos eternos e inexpugnables. Debemos recuperar la capacidad de asombrarnos.
Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH.