La asistencia a los templos es desde hace tiempo un indicador de la presencia de lo religioso y de las distintas ofertas o propuestas institucionales que las iglesias ofrecen a los creyentes y la sociedad en su conjunto. Otro aspecto importante son los mecanismos de socialización institucional mediante los cuales las iglesias mantienen su feligresía o la incrementan. Un aspecto significativo y a veces poco ponderado esta referido al involucramiento de las iglesias con los niños, adolescentes y jóvenes.

Habitualmente las iglesias católicas no tienen una estrategia para atender a los niños que asisten al culto con sus padres, mientras que las iglesias evangélicas tienen una estructura bastante sofisticada en las escuelas dominicales, donde los niños y adolescentes son atendidos y aleccionados en las cuestiones religiosas siguiendo programas especializados y adecuadamente segmentados de acuerdo a las categorías de edad. Esto facilita la asistencia a los cultos religiosos de los matrimonios jóvenes con hijos.

En el caso mexicano existe una excelente investigación desarrollada por el sociólogo Alejandro Moreno, quien encontró que alrededor del 40 de los mexicanos asistía a los templos al menos una vez a la semana, en plena pandemia el 21% dijo que asistía a servicios religiosos, si bien los templos estaban cerrados por la pandemia, si es un buen indicador para entender el impacto de los servicios virtuales. En el 2022 ya reabiertos los templos la asistencia se amplió al 31%, sin llegar a los niveles anteriores a la pandemia, pero en abril del 2023 la asistencia había bajado al 26%, acercándose a los niveles pandémicos.

Moreno siguió indagando y encontró que antes de la pandemia había una brecha de 21% entre las edades. El 42% de los mexicanos mayores de 50 años asistía al menos una vez a la semana, mientras que los comprendidos entre 18 y 29 años eran el 21% de los asistentes. Sintetizando dos cincuentones por cada joven en la misa. En marzo del 2023, esta brecha, se amplió, la asistencia de los mayores de cincuenta subió al 48%, pero disminuyó la asistencia de los jóvenes al 10%, una relación de cinco a uno.

También se incrementó la brecha de género: el 36% de las mujeres asistía al menos una vez a la semana, frente al 26% de los hombres. En el 2023 se encontró que disminuía la asistencia a los templos, y el descenso fue más aguda en las mujeres, 29% de asistencia frente al 24% de los hombres.

Considero importante mostrar las diferencias entre los procesos socio religiosos de los Estados Unidos, con los de México y América Latina. Mientras que en dicho país existe una masa crítica del 30% que declaran “en materia religiosa, nada en particular”, con una fuerte presencia en menores de 30 años, los llamados “nones”. En América Latina alrededor del 95% de los entrevistados cree en Dios, pero los menores de 30 años tienen un comportamiento diferente.

Los jóvenes católicos tienden hacia lo que Fabian Acosta llama “esoterismo de masas”, una compleja simbiosis de cultos orientales, yoga, meditación trascendental, los personajes míticos electrónicos y de videojuegos, aunque esto no impediría continuar involucrados con ciertas prácticas católicas, como marcarse con ceniza la frente (51%). Por el contrario, los jóvenes evangélicos profundizan una vida espiritual, a la vez que se alejan de los marcos denominacionales y buscan nuevas formas de relación con Dios, que pueden consistir en la asistencia a cultos virtuales, involucrarse en iglesias “multisituadas”, “híbridas” con cultos virtuales y presenciales o experimentar cultos emocionales de carácter pentecostal.

En definitiva, herederos de la Reforma Luterana les interesa una relación personal y directa con Dios, donde cada creyente construye sus estrategias de “relación con la divinidad”, aplicando el criterio de que el templo no es un edificio, sino que el templo está donde se reúnen dos o tres personas en nombre de Dios (Mateo 18.20).

La pregunta que surge son las razones de la búsqueda de nuevos caminos para la fe de los jóvenes y considero que debemos analizar el impacto de los procesos de socialización de los niños; los evangélicos hicieron énfasis en la Escuela Dominical, una estrategia sistemática de formación religiosa, mientras que los católicos se centraron en los sacramentos del bautizo, confirmación y primera comunión, con catequistas que enseñan los rudimentos de la fe, pero que no trabajan enfoques sistemáticos y dinámicos, no dándole elementos para sostener un diálogo con otras religiones.

Las nuevas generaciones representan un desafío para las iglesias y ministros de culto, probablemente obliguen a una auténtica reingeniería institucional, pues los jóvenes están reclamando ser aceptados en estas nuevas formas de la fe, desconfían de la sinceridad de la fe de los mayores, considerando además que los adultos no supieron responder a los cambios en los sistemas de creencias, yéndose por un sacramentalismo vacío de contenidos espirituales acordes con los “nuevos tiempos”.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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