En los últimos años tuvimos un fortalecimiento de las opciones de ultraderecha que siempre han existido, aunque toman relevancia pues se están transformando en opciones de poder, con capacidad para formar gobierno en diferentes países europeos y americanos.
Si bien hay versiones de ultraderecha en todo el planeta, me centraré en los más cercanos. En Europa tenemos tres grandes troncos que influyen en América Latina, el nazismo alemán, el fascismo italiano y el nacional catolicismo español. Estas vertientes se conjugan en nuestra región y la comprensión de sus matices y diferencias son imprescindibles para cualquier análisis serio, agregándole la creatividad de los ultras locales.
La matriz cultural de la ultraderecha latinoamericana está basada en el catolicismo, implantado durante el período colonial, que le otorgaba derechos especiales a la elite criolla y peninsular española, frente a los mestizos, afros y las castas. La noción de una elite de casta superior por derecho de sangre es un elemento subjetivo, pero definitorio de los grupos dominantes en nuestra Región.
Entenderla es clave para comprender varios procesos políticos recientes, como la incapacidad de las elites peruanas de aceptar un presidente originario de la Sierra o el apoyo dado por la mayoría de la población en la segunda vuelta a empresarios exitosos en Ecuador, como fue el caso de la elección de Guillermo Lasso y ahora el empresario bananero Daniel Noboa. Algo similar sucedió con la elección de un indígena aimara como Evo Morales en Bolivia. Es importante recordar que en estos tres casos las respectivas conferencias episcopales católicas jugaron “discretamente” un apoyo a los grupos conservadores, inspirados por conceptos de racismo y discriminación. Algo similar podríamos mencionar para el papel de los obispos respaldando a las dictaduras de seguridad nacional del Cono Sur como fueron Brasil, Argentina y Chile.
Roles diferentes juegan los sectores ultras en poblaciones con fuertes impactos migratorios de Europa Central como fueron los casos más notables del Oriente boliviano, Argentina, Chile y Paraguay. No podemos olvidar que, terminada la Segunda Guerra Mundial, migraron a Sudamérica militantes del nazismo que tuvieron papeles relevantes o “discretos” en estos países. Klaus Barbie, un criminal de guerra nazi, asesoraba a la policía boliviana; es sabido que Joseph Mengele se movía con “tranquilidad” entre Brasil y Paraguay.
En Chile es importante recordar cómo la ultraderecha tiene distintos partidos políticos que compiten entre sí por imponer sus proyectos políticos, la Unión Democrática Independiente (UDI) dirigida por cuadros del Opus Dei, inspirados por el nacional catolicismo franquista español, se confrontaron con el Partido Republicano que llevaba a José Antonio Kast, hijo de dos migrantes alemanes; su padre fue oficial de la Wehrmacht, el ejército alemán fundado por el nazismo y fue afiliado al partido nazi, migró a Chile en 1950. Finalmente fue el candidato que enfrentó y perdió frente a Gabriel Boric.
En Argentina la ultraderecha es noticia: el economista Javier Milei y la abogada Victoria Villarruel fueron la fórmula que quedó en primer lugar en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). En la primera vuelta electoral, los peronistas lograron remontar y, contra todo pronóstico, quedaron en primer lugar, confrontándose el próxima 19 de noviembre contra la ultraderecha.
La estrategia electoral de Milei recuerda un estilo muy similar a Benito Mussolini, el líder del partido fascista italiano, mientras que su compañera de fórmula está dentro del nacional catolicismo franquista español, ella participa de las corrientes tradicionalistas católicas que se oponen a las reformas del Concilio Vaticano II, a la vez que reivindica el papel de los militares en la última dictadura. En un tono similar, Milei en sus actos de campaña se lanzó contra su compatriota, el papa Francisco a quien descalificó como endemoniado y pro comunista, por impulsar la doctrina social de la Iglesia en sus documentos apostólicos. Recordemos que el partido nazi rechazaba muchos de los planteamientos del cristianismo y reivindicaba las mitologías germanas precristianas.
Las corrientes de ultraderecha evangélicas reivindican los conceptos de “mayoría moral”, conservadores en lo político y económico y fundamentalistas cristianos, vinculada a los evangelicals norteamericanos y a un sector del partido republicano. Tienen sus seguidores en América Latina, en muchos casos, los periodistas confunden a todos los cristianos evangélicos con estas corrientes. Ese es otro tema.
Doctor en Antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH