El 7 de diciembre el papa Francisco designó 21 cardenales, con los cuales la Iglesia Católica tiene 140 cardenales electores menores de ochenta años. Juan Pablo II había fijado en 120 el número de cardenales, aunque es importante mencionar que trece cardenales cumplirán esta edad el próximo año. Con estas designaciones el Colegio Cardenalicio queda con una clara mayoría designada por Francisco, mediante sus peculiares criterios que apuntan a desmantelar el poder de la burocracia vaticana.
Debemos entender la lógica de las designaciones de Francisco que apuntan a una nueva estructura de poder en la milenaria institución, para ello debemos entender la estructura de poder que está desmantelando. Era tradicional que la mayoría de los cardenales fueron europeos y entre ellos alrededor del 30% italianos. Otra práctica era que los cardenales nunca se reunían, excepto para designar el nuevo papa. Esto le garantizaba a la burocracia institucional el manejo discreto y eficaz de la sucesión papal.
La burocracia era mayoritariamente italiana y muy eficaz para mantener relaciones con los episcopados locales a través del control que ejercían mediante los nuncios, representantes de la Santa Sede en los países y organismos internacionales. Los obispos van cada cinco años a Roma donde deben presentar informes de sus actividades, éxitos y fracasos. La Iglesia posee un Servicio Secreto que le permite un monitoreo “paralelo” de la conducta de su personal, lo cual le facilita el control eficaz de la institución. Esto implica también una fuerte responsabilidad en la protección contra las denuncias de los abusos de los sacerdotes.
Simultáneamente la burocracia tiene a su cargo los mecanismos de designación de nuevos obispos y su ascenso a arzobispos o a diócesis más importantes. También monitorea el trabajo de los sacerdotes. Las órdenes y congregaciones religiosas masculinas y femeninas tienen también mecanismos de control de sus actividades. Existen mecanismos que les permiten “orientar” las donaciones de fundaciones de la Iglesia y el aval vaticano es indispensable para acceder a muchos recursos.
El poder de la curia vaticana era muy fuerte y su debilitamiento comenzó con la designación de Benedicto XVI, un cuadro de los aparatos burocráticos que intentó algunos cambios en la estructura institucional y asumió las dificultades para cualquier innovación, consciente de la importancia de derribar el poder burocrático inició un discreto proceso que culminaría con la designación de quien fuera su oponente en el Conclave, el arzobispo de Buenos Aires, el argentino Jorge Mario Bergoglio.
En el 2013 el cardenal y arzobispo de Lima, Perú y miembro del Opus Dei, Juan Luis Cipriani hizo una declaración sorprendente. Violando el secreto que juró guardar sobre el Cónclave, ya de regreso a Lima dijo que no sabía que había pasado, pues supuestamente el habría ido sin candidato, pero ya en Roma, sus hermanos cardenales parecía que estaban de acuerdo en designar a Bergoglio, sus declaraciones evidenciaban la molestia de que no lo habían incluido en las negociaciones. Conociendo los “estilos” de la Iglesia era evidente que Benedicto XVI-Ratzinger se había cuidado de asegurar que su anterior oponente (Bergoglio) fuera designado para así transformar a la Iglesia y tratar de asegurar que fuera designado quien haría los cambios.
El asunto no deja de tener aspectos oscuros o siniestros. Existe la convicción en muchos expertos que Juan Pablo Primero (Albino Luciani) fue asesinado mientras descansaba en los Departamentos Pontificios. Para contribuir a las sospechas Francisco nunca aceptó mudarse a la morada habitual de los papas y prefirió seguir alojado en el cuarto de la Residencia de Santa Martha donde se había realizado el Conclave y en un gesto de modestia (o precaución) el mismo se servía los alimentos en los sistemas de autoservicio.
Francisco lenta e inexorablemente debilito y desmanteló los mecanismos de poder de la Curia Romana, en una situación de crisis institucional y de disminución de las vocaciones religiosas persiste en su estrategia de quitarle poder burocrático a la Curia, empoderando a las mujeres religiosas, a las órdenes y congregaciones religiosas, a los sacerdotes innovadores y progresistas, a aquellos que prefirieron irse a los confines del planeta para continuar su vocación misionera. Allí es donde Francisco los va a buscar para que sean quienes designen el nuevo papa que continúe con su proyecto pastoral.
¿Podrá Francisco asegurar el futuro de la Iglesia Católica o será traicionado?
Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH