Las elecciones francesas son un exponente complejo de los choques civilizatorios, las identidades nacionales y los cambios estructurales. En las elecciones europeas, Ensamble, el partido en el gobierno quedó tercero, primero la Alianza Nacional (RN) y segundo el Nuevo Frente Popular (NFP), hegemonizado por la corriente anticapitalista de J.L. Mélenchon, La Francia Insumisa (LFI). Esto llevó al presidente Macron a disolver la Asamblea Nacional y convocar a elecciones anticipadas.

La composición demográfica francesa viene en un largo proceso de transformación, debido en gran parte a la disminución de los nacimientos de la población local, fenómeno que se repite en Europa y Estados Unidos. También debemos agregarle que Francia, al igual que otros imperios coloniales en crisis recibió a sus antiguos colaboradores nativos, quienes debieron ser evacuados, pues de lo contrario serían exterminados por los combatientes triunfantes de los frentes de liberación nacional de Asia y África.

Esta realidad incrementó la diversidad religiosa, pluralidad étnica y “racial” de la Francia metropolitana y a su vez generó nuevos conflictos. La población local “blanca” se sintió rebasada por sus compatriotas recién llegados, que fueron sistemáticamente marginados. Un factor adicional es que mientras los locales son mayoritariamente católicos y en menor medida protestantes, muchos de los antiguos colaboradores coloniales eran musulmanes y no les interesa convertirse al cristianismo. Simultáneamente, el manejo del francés reforzó procesos migratorios de pobladores de los nuevos países del área francófona africana.

Esto incrementó los procesos racistas y discriminatorios de la sociedad francesa, que llevaron a la radicalización de jóvenes musulmanes franceses quienes realizaron de actos terroristas, como la masacre de los redactores del semanario Charlie Hebdo o los atentados en París y Bruselas, lo cual incrementó las tensiones interétnicas y pusieron a la seguridad pública en la agenda nacional.

La guerra en Ucrania incrementó las tensiones pues el aumento de los combustibles implicó procesos inflacionarios que generaron carestía en amplios sectores de la población, asimismo el respaldo al ingreso de productos agrícolas ucranianos, a muy bajo precio, perjudicó a los campesinos europeos, quienes reclamaron barreras proteccionistas.

En este contexto amplios sectores de los jóvenes, los trabajadores por cuenta propia, los jubilados y asalariados de bajos ingresos, y los católicos más conservadores se convirtieron en un activo político de la ultraderecha organizada en torno a Alianza Nacional (RN) de Marine Le Pen, que “maquilló” su discurso eliminando los comentarios antisemitas o pronazis que reivindicaban el pasado de colaboracionismo con el Tercer Reich alemán.

Un elemento más complejo es la descalificación sistemática que la “gran prensa” hace de las distintas tendencias de la izquierda francesa, que en parte fue el motivo del éxito del gobierno de E. Macron y su partido político Ensamble. Las elecciones anticipadas polarizaron al electorado entre la izquierda del NFP y la derecha neofascista (RN) que llevó a la concreción del frente republicano, una alianza de hecho eminentemente electoral, donde la izquierda y el centro se comprometían a retirar su candidato, para apoyar al que tenía más posibilidades contra la ultraderecha. La estrategia fue exitosa y la ultraderecha quedó en tercer lugar en diputados. El detalle es el amplio triunfo de la izquierda que reconfigura el gobierno francés e impacta en los “equilibrios” de la Unión Europea.

El programa de la izquierda francesa implica elevar el salario mínimo a 1600 euros, el retiro a los 60 años con 40 años de cotización, fortalecer la laicidad del estado y la apertura de un diálogo multirracial eliminando los mecanismos de discriminación y segregación. También reivindica los derechos de las mujeres y de las minorías étnicas y sexuales, con un manejo adecuado de los procesos migratorios y de acceso a la nacionalidad francesa de los hijos de migrantes nacidos en Francia.

Está pendiente la designación del Primer ministro que tendrá que ser alguien del Nuevo Frente Popular, inaugurándose así la posibilidad de una “cohabitación” política entre un presidente centrista y un gabinete de izquierda. Lo más probable es que el Primer ministro sea Mélenchon, militante de la izquierda anticapitalista y miembro de la Logia masónica Gran Oriente de Francia (Rito escoses), quedando así muy lejos los planteos del “laicismo positivo” de cohabitación con la Iglesia católica del antiguo presidente N. Sarkozy.

Una vez más la realidad superó a los comentócratas y nos muestra la vitalidad de la sociedad francesa.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-NAH

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