Por HORACIO ARREDONDO

Este año se cumple una década desde que los países de Naciones Unidas aprobaron por unanimidad la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), un aniversario que queda deslucido por el discreto avance y la perspectiva poco realista de alcanzarlos en un horizonte de menos de cinco años.

En ese contexto, EGADE Business School acaba de publicar, por primera vez, su Índice de Sostenibilidad Empresarial en América Latina. Concebido como una herramienta de referencia para empresas, inversionistas y tomadores de decisiones, este estudio evalúa el avance de la sostenibilidad en el sector privado de la región. Más allá de medir indicadores individuales, como pueden ser el nivel de infraestructura o financiamiento sostenible, este índice es muy útil porque analiza el compromiso real de las organizaciones. Y aunque ha habido un avance, queda un largo camino por recorrer.

Para realizar este estudio, se incluyeron empresas que han adoptado los principios de sostenibilidad del Pacto Mundial de la ONU y el WBCSD y se analizaron datos de múltiples fuentes globales reconocidas sobre 13 países latinoamericanos. Los resultados del índice colocan a Costa Rica como el país líder en sostenibilidad empresarial, seguido de Uruguay y Chile, gracias a su elevado uso de energías renovables. En el séptimo lugar se sitúa México, destacando por su progreso en la emisión de bonos verdes y la adopción de criterios ESG, junto con Colombia y Brasil, aunque persisten obstáculos en la regulación y la estandarización de métricas de sostenibilidad.

Los autores reconocen que la adopción de prácticas sostenibles sigue enfrentando múltiples desafíos, entre ellos, la fuerte dependencia de industrias extractivas, la falta de infraestructura para el desarrollo de energías renovables y economía circular, la ausencia de regulaciones consistentes entre países, las barreras de acceso al financiamiento –sobre todo para las pymes—, y las brechas en educación y habilidades. En la otra cara de la moneda, existen numerosas oportunidades en energías renovables, cadenas de suministro sostenibles, modelos de economía circular, vehículos eléctricos, bonos verdes y fondos de inversión sostenible, y en la colaboración regional para intercambiar mejores prácticas y armonizar políticas.

Pese al limitado progreso del conjunto de la región, es necesario reconocer los éxitos cosechados para ahondar en ellos y replicarlos teniendo en cuenta las necesidades únicas de nuestra región.

En América Latina nuestro enfoque de sostenibilidad debe priorizar el impulso del crecimiento, para que más personas accedan a una vida digna y se garantice un mejor futuro a las siguientes generaciones. Según la ECLAC, el promedio de crecimiento económico entre 2015 y 2024 fue un escaso 0.9% para el conjunto de la región, una cifra totalmente insuficiente para reducir la pobreza, que afecta al 27% de la población. Este crecimiento, naturalmente, no debe ser a cualquier costo, debe ir acompañado de reducción en las emisiones, la transición energética y la economía circular, entre otros desafíos de sostenibilidad.

En nuestro camino hacia el 2030, las empresas sobresalen en su mayor capacidad de detonar dicho crecimiento sostenible, ya que muchas cuentan con el know how y el potencial de inversión para llevar a cabo transformaciones significativas. Sin embargo, a diferencia de otras regiones del planeta, todavía es necesario un cambio de mentalidad en el sector privado. En lugar de ver la sostenibilidad como un costo, las empresas deben verla como una oportunidad de convertir los retos en motores de innovación y creación de nuevos negocios, rentables y sustentables. El sector privado debe ser más ambicioso, y tener la confianza en que es posible innovar para transitar a una economía más sostenible.

En conclusión, el compromiso de las empresas con la sostenibilidad debe basarse en la convergencia de la tecnología y el crecimiento sostenible. Al integrar eficazmente los esfuerzos de empresas, gobiernos y la academia (triple hélice), podremos acercarnos más a nuestras metas para 2030. No olvidemos que los negocios se convierten en verdaderos motores de avance cuando se realizan de manera ética, innovadora y sostenible.

Decano de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey

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