Por René Cabral

En 2026 está programada la revisión del T-MEC y los tres socios han comenzado las consultas internas. La visita esta semana de Mark Carney, primer ministro de Canadá, tuvo entre sus objetivos comenzar a delinear una agenda conjunta con miras a la renegociación. Sin duda, ante el golpeteo que ambos gobiernos han experimentado desde febrero de este año, existe gran incertidumbre sobre lo que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su equipo estén dispuestos a negociar y bajo qué términos.

En este escenario, resulta fundamental establecer con claridad los objetivos, estrategias y tácticas de cada una de las partes involucradas. De primordial interés es que México y Canadá analicen con detenimiento estos tres elementos desde la perspectiva de Estados Unidos. Primero, el objetivo de EU es hacer a América grande otra vez (MAGA, por sus siglas en inglés), expresado en repetidas ocasiones por el presidente Trump y su equipo. Para que Estados Unidos logre esta meta, requiere aumentar su capacidad productiva y para ello de un bloque comercial fuerte en Norteamérica. En el actual entorno de conflicto comercial con gran parte del mundo, sería imposible que EU alcance su objetivo desvinculando sus cadenas de valor de las de sus dos principales socios comerciales. Desencadenar la producción industrial cocreada con México y Canadá supondría un golpe a la competitividad de la mayor economía del mundo. Por ello, no llegar a un acuerdo resulta impensable tanto para Estados Unidos como para sus dos aliados comerciales.

Los datos más recientes del Buró del Comercio de EU, a julio de este año, mantienen a México y Canadá, como sus primer y segundo socios comerciales más relevantes, con 15.3% y 13% de su comercio total (exportaciones más importaciones), respectivamente. Hoy en día, ambos países superan ampliamente a China, que concentra sólo el 7.8%. Pese a las amenazas arancelarias—y quizás en parte gracias a ellas—, las exportaciones mexicanas entre enero y julio de 2025 crecieron 6.6% frente al mismo periodo del año anterior, mientras que las importaciones aumentaron 1.1%. En consecuencia, el déficit comercial de EU con México se incrementó en 17.7% durante los primeros siete meses del año. Algo similar, aunque en menor magnitud, ha ocurrido con Canadá. Sea cual sea el comportamiento del comercio en los próximos meses, sin duda, será una carta relevante de negociación para México y Canadá.

En cuanto a la estrategia de EU, aún no se conoce en su totalidad, pero ya empiezan a vislumbrarse las principales cartas sobre la mesa. En su negociación con México, el combate al crimen organizado y el tráfico de drogas ha sido planteado como la más alta prioridad, evidenciado en las visitas del secretario de Estado, Marco Rubio, a principios de septiembre, y esta semana, del subsecretario de Terrorismo e Inteligencia Financiera del Departamento del Tesoro de EU, John Hurley. La cooperación en materia de seguridad y, en menor medida, la apertura a sectores de interés para EU —como energía, agricultura, industria aérea e incluso el cumplimiento de tratados de agua— se perfilan como moneda de cambio con México.

Respecto a las tácticas, desde la semana uno de su administración, Trump ha acusado a Canadá y México de hacer muy poco para frenar el tráfico de drogas y la migración. Esta narrativa ha servido de justificación para imponer aranceles y, posteriormente, posponerlos. Si bien EU ha reconocido algunos avances, sigue insistiendo en que no son suficientes. Esta postura refleja la táctica de Trump y su equipo: mermar la moral de su contraparte y exigirle más concesiones. Hasta ahora, estas tácticas parecen haber sido entendidas y manejadas con mayor eficacia por el gobierno mexicano que por el canadiense.

México tiene mucho que ganar, pero también mucho que perder si, en un escenario extremo, la negociación resultara desfavorable. Ceder en materia de cooperación en seguridad con EU no necesariamente representa un precio alto que pagar, siempre que se mantenga dentro del respeto a la Constitución y se trabaje de manera conjunta y cercana con las autoridades estadounidenses. En última instancia, combatir eficazmente al crimen y el no ceder mayor control a organizaciones criminales –con o sin el apoyo de EU— debe ser también una estrategia nacional para procurar la estabilidad y el crecimiento económico del país.

Profesor de Economía y Finanzas y Líder del Grupo de Investigación en Administración, Economía y Finanzas Aplicadas de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey

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