La inédita “elección” de personas juzgadoras que se realiza este año en nuestro país es una farsa, de eso no hay mucha discusión. Merced al trabajo de la nueva hegemonía, se han perdido muchas de las condicionantes políticas e institucionales que aseguraban transparencia, equidad, legalidad y certeza en el pasado.

Desde una Sala Superior del TEPJF sumisa, cómplice, vergonzantemente lerda y absurda en sus alegatos y sustentos, en la que prima la mayoría de obvias conexiones oficialistas, pasando por un INE que ha hecho todo para que los ciudadanos perdamos el control de fases torales del proceso electoral como el conteo de los votos, hasta un poder legislativo que recurrió al gatopardismo y la falacia para que se aprobara una reforma antidemocrática y que, desde entonces, ha hecho de la mentira un pilar del proceso legislativo, violando sus propias leyes y reformas constitucionales con tal de controlar la elección de forma burda.

De igual forma, las campañas anticipadas de personajes como las ministras Esquivel y Batres, así como el intervencionismo del ejecutivo federal que reedita en su mañanera “no me vengan con que la ley es la ley” en el enunciado “ley es cuando te notifican”.

Un panorama que ha provocado que muchísimas personas descontentas con lo que ocurre en México tomen posiciones y actitudes que, sin que se den cuenta, le hacen caldo gordo al proceso de desmantelamiento de la democracia electoral nacional.

La más recurrente es la de negarse a votar, pensando que así se evita validar el proceso falaz que atestiguamos.

Es perfectamente entendible. Si repasamos lo que enuncio al inicio de este texto podemos entender esta forma de pensar. ¿Quién quiere ser cómplice en el desmantelamiento del único poder que servía de dique al populismo autoritario?, la respuesta corta sería: todo aquél interesado en que el oficialismo guinda arrase en este proceso.

Existe una segunda actitud es aún más radical. Las personas enojadas por la falta de opciones y que no están de acuerdo con esta elección es una comedia llena de payasos y dirigida entre bastidores por el neopriismo proponen bloquear casillas y no permitir que se emita voto ese día y, así, anular la elección con la intención de buscar ganar tiempo y así, milagrosamente, empujar a la oposición a que se organice para ganar las elecciones.

Finalmente, muchas personas me han dicho que usemos redes sociales para investigar los perfiles de los candidatos y, de esta forma, elegir el que sea menos peor.

Sinceramente, es desalentador ver que se claudica de esta forma a dar batalla en las urnas. Sin embargo, como ejercicio didáctico, trataré de explicar mis objeciones a estas tres propuestas.

No votar

Más allá de que la base del sistema democrático es la emisión del voto de todos los ciudadanos habilitados para tener los resultados representativos, es esencial entender que el sistema mexicano no tiene posibilidades de alterar los resultados si el voto en blanco es mayoritario o si el abstencionismo es el ganador.

Un voto de diferencia es suficiente para que alguien se levante con la victoria y el oficialismo ya está preparando su ejercito de voto clientelar. Traducción: si la oposición no vota, se asegura el triunfo de los candidatos del oficialismo y la total cooptación del PJF.

Es por esto que cada voto será decisivo el primer domingo de julio. Abrumadoramente sencillo.

Buscar la nulidad de la elección

La idea de impedir que se emita el voto el 1º de junio, de tan mala, hace agua por cada ángulo. Primero, es un delito tratar de impedir que otras personas voten; segundo, para que la idea cristalice en una realidad concreta y viable es necesario que se bloqueen miles de centros de votación para que se impidiera las elecciones de los cientos de puestos en juego. Por último, con una acción semejante se abre la puerta a la violencia, ya sea de forma directa para impedir el sufragio de otras personas o como medida represiva de parte del sistema.

Estoy seguro de que, en el ala más radical del morenismo, hay más de uno frotándose las manos y pidiendo al santo de su devoción que la gente descontenta con el actual régimen haga algo así. Nada mejor para hacer uso de los cuadros de choque, propuestos por Abraham Mendieta desde 2021, y de paso tergiversar los hechos para amoldarlos a su narrativa para comprobar que la oposición en México es “violenta y golpista”.

No sé si se llegaría al uso de las fuerzas armadas, algo que me parece innecesario y contraproducente para el mismo grupo en el poder y su narrativa que reza “no somos iguales”. Y ya sabemos que esta hegemonía está construida sobre símbolos y narrativas a modo, por lo que el uso de policías sería suficiente.

Uso de redes sociales

Si bien es cierto que las redes sociales, la IA y las TIC´s son herramientas muy poderosas que nos permiten acceder a grandes cantidades de información y datos, también lo es que existen sesgos en el algoritmo, sumado a una gran inversión de dinero y recursos -incluyendo humanos- del oficialismo y mucho tonto útil lo que altera las posibilidades de usar dichas tecnologías con eficacia.

Una misma persona que aspira a un puesto de elección puede ser víctima de idolatría o de difamación por parte de granjas de bots o siguiendo la línea del partido-gobierno o del líder incompetente del partido de oposición de su gusto.

Incluso el canibalismo guinda que se ha mostrado en los primeros días de no contribuye a clarificar el panorama de la información en las redes sociales abiertas como IG, X o Facebook.

Conclusión: esfuerzo y trabajo a largo plazo

La primera hegemonía no cayó de la noche para la mañana. La alternancia electoral lograda en el año 2000, con el triunfo de Fox, no se gestó en unas semanas o meses, fue un proceso a largo plazo.

El miedo de la actual hegemonía es no construir suficientemente rápido las condiciones para perpetuarse en el poder antes de que la sociedad mexicana reaccione y se organice, más allá del viciado sistema de partidos que ha demostrado constantemente que juega pensando en su beneficio, mucho más que en el de México. En realidad no importa cuánto tarden, si los ciudadanos decidimos marginarnos de las elecciones por propia decisión.

Una particularidad que llevó al obradorismo a ser la fuerza política hegemónica que es hoy día es que nunca se marginaron de las elecciones. Se cantaba fraude donde no había, se mentía con descaro a las personas que creían en la esperanza que significaba el movimiento y se pintaron con un maquillaje democrático que no resistió ni el primer año del sexenio de su líder pero nunca se retiraron del cuadrilátero electoral.

Por el contrario, aprendieron y fueron tenaces en su lucha. Claudicar a ejercer nuestro voto en la primera elección controlada por la neo hegemonía es un camino seguro a su consolidación y a la pérdida de nuestros derechos.

Y si nos vamos más atrás en la historia veremos que el vacío que se deja al no votar o no apoyar candidatos de oposición es una receta para el desastre seguro. El primer López populista, el del priismo, fue electo en 1976 en una simulación donde nadie más participó, por ejemplo.

Pensemos esto como una batalla de posiciones. Si uno abandona sin luchar una posición, esta será ocupada de inmediato por el otro bando. Así ocurre en la guerra, en las elecciones y en la lucha contra la delincuencia organizada.

Una frase muy conocida de Edmund Burke nos dice que lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada para impedirlo. Yo diría que quejarnos en privado no es suficiente es no hacer nada. No votar, no informarnos, no señalar las trampas e ilegalidades y no proceder con los elementos jurídicos a nuestro alcance para corregirlas es no hacer nada.

No somos iguales, ¿recuerdan?

@HigueraB

#InterpretePolítico

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