Hace unos días la revista Letras Libres publicó un texto escrito por el expresidente Ernesto Zedillo, una ampliación de una conferencia suya, en la que denuncia que México vive un proceso de pérdida de derechos democráticos y de consolidación de un proyecto autoritario desde el sexenio pasado, al que califica como una tiranía. Dentro de sus líneas, el expresidente expresa duros señalamientos en contra del proceso de la llamada elección del “nuevo” poder judicial, como parte del mismo proceso.

Sin duda, el autor, el medio y el tema son relevantes y provocativos. En parte porque es un enorme cuestionamiento a la imagen y narrativa oficial del régimen guinda, pero de manera mucho más llamativa por la reacción que han provocado sus críticas.

No pasó de noche para nadie desde la presidenta, para abajo. Olas reactivas desde todos los ángulos y jerarquías de la estructura comunicacional oficial y oficialista. Respuestas descalificadoras desde la conferencia de las mañanas, escaladas usando a Pablo Gómez y la UIF para amenazar por un lado y contrarréplicas de parte del exmandatario acompañadas de apoyos de muchos analistas y académicos, por el otro. Todo aderezado con cientos de mensajes descalificadores que siguen la misma línea de insultos, ataques y agresiones que tanto gusta a las huestes guindas de las benditas redes sociales.

Desde el comediante Poncho Gutiérrez, pasando por supuestos periodistas independientes como Vicente Serrano, hasta intentos intelectuales como Héctor Alejandro Quintanar se han volcado en recordar lo peor del gobierno de Zedillo (en el cuál existe innegable tela de donde cortar) o en insultar abiertamente, como el soberbio Quintanar que lo llama Pillo sin explicar por qué. Otros en esta larga lista podemos contar a Juncal Solano, Juan Becerra Acosta, Hans Salazar (gran consentido de las mañaneras) e incluso un youtubero, Manuel Pedrero, que afirma tener en su poder audios incriminatorios de la esposa de Zedillo y los trasmite antes de hacer chequeos y peritajes, según el mismo ha comentado al aire.

Más allá de que, una vez más, se muestra la coordinación y línea de un importante sector de comunicadores, así como su falta de perspectiva al no aceptar análisis más allá de la condena -por ejemplo, el endeudamiento del FOBAPROA que nunca ha sido negado por EZ, contra el endeudamiento de AMLO, jamás aceptado en su verdadera dimensión y hasta hace poco negado- lo que queda para el análisis es revisar con ojos críticos si es normal, honesto y realmente democrática la respuesta oficialista.

Empecemos por establecer que, desde hace poco mas de un siglo, la libertad individual es esencial en una democracia como contraparte del Leviatán gubernamental, en especial cuando un estado o régimen amenaza los derechos fundamentales como son los de expresión, movimiento, pensamiento, reunión y prensa, como postularan Bobbio, Sartori y muchos más. En otras palabras, si en este momento se aplicara en el gobierno y sus seguidores dos de los credos más repetidos por AMLO en sus mañaneras -prohibido prohibir y libertad de expresión-, toda esta campaña que peca de incongruencia no habría existido. Aunque, claro, sabemos que ambos principios no los cumplía ni quien los postuló el sexenio pasado.

En otras palabras, no se le permite el espacio democrático de expresión normal a un destacado crítico opositor.

También podemos responder que no hay honestidad en la respuesta ante el artículo publicado por Letras Libres, ya que al afirmar que somos el país más democrático del mundo pro una elección que es cuestionada, lo menos que se puede hacer es dejar atrás la falacia descalificativa ad hominem y debatir, explicar y refutar con argumentos claros la equivocación del expresidente que permitió la alternancia democrática. Algo que fue criticado entonces por pares priistas como Bartlett, quien ha formado parte destacada de las dos hegemonías.

Finalmente, la coherencia política en el discurso de la presidenta y sus seguidores, o más bien la falta de ella. Muchos de los actores del gobierno de la época de Zedillo son actuales morenistas destacados, la familia de su asesora, Altagracia Gómez, ha sido señalada como beneficiaria del FOBAPROA con el que se ataca a Zedillo y queda en el aire el uso de la UIF de forma sesgada y oportunista.

No soy un ingenuo que cree que el FOBAPROA fue algo inmaculado y que no se llenaron bolsillos diversos funcionarios y banqueros. Sin embargo, eso no explica mínimamente la razón por la cual hasta ahora se hace anuncio rimbombante en la conferencia de la presidenta de cada mañana de una “entrega simbólica” de archivos en contra de Zedillo o la trasmisión de un video sobre Aguas Blancas, hecho de acuerdo con la narrativa del poder actual, y no antes.

¿Por qué pasaron siete años de obradorismo en el poder para que se fijaran las baterías oficialistas en contra del último presidente mexicano del siglo XX?

¿Por qué sale a la luz todo esto a la luz, justo cuando el ex primer mandatario expresa su visión de los tiempos que vive México en 2025?

¿Es democrático esto o sólo es una muestra, un caso ejemplar, para mostrar cómo nos trataran a todos en adelante si levantamos la voz?

Y lo más importante:

¿Por qué nadie, en ningún foro hasta donde sé, a debatido, confrontado o refutado los argumentos de Ernesto Zedillo?

¿En una democracia se acusa a conveniencia y se condena a priori o se es inocente hasta que se pruebe lo contrario en un juicio justo e imparcial?

¿En qué le beneficia en su estatura política a la presidenta engancharse en un combate semejante con un expresidente, o mejor dicho con un ciudadano sin cargos actuales?

En un momento donde la presidenta ha logrado enormes avances ante la amenaza que significa el actual gobierno estadounidense, aún a costa de la soberanía nacional, es importante destacar que un caso como este puede ser un clavo más en el ataúd que los trumpistas populistas de Estados Unidos buscan construir para nuestro país, para declararnos una dictadura bananera en la que pueden intervenir.

La imagen es muy importante hoy en día, como heredera de la reputación heredada del gobierno de AMLO que se le señalaba como autoritario, populista, posible aliado de narcos y corruptor, me

parece esencial que CSP modere sus ímpetus. Ya no es la precandidata que se enfurecía ante los abucheos y decía “a donde voy, se me respeta” sino la titular del ejecutivo federal, a carago no de su imagen y reputación, sino del Estado Mexicano.

La intolerancia y el autoritarismo son, en todo momento, muestra de convicción democrática, no lo olvidemos. La tiranía de la intolerancia es el peor camino.

@HigueraB

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