Tras la publicación en el DOF del llamado plan B del presidente López para reconvertir a su imagen y semejanza el sistema electoral nacional se han levantado voces que afirman que el proceso de selección de los nuevos consejeros del INE ha perdido relevancia, ante un instituto “descuartizado” como quería el primer mandatario en voz de su secretario de gobernación.
Nada más lejano a la realidad, este proceso de selección es aún más trascendente en vista de este evento.
El llamado proceso de transformación, con las connotaciones perversas que este gobierno le ha dado a la frase, del sistema electoral nacional se aceleró desde finales del año pasado por la primera marcha en defensa del INE, la cual demostró la gran resistencia que lo planeado desde presidencia genera una gran resistencia en amplios sectores de la población.
El estira y afloja de marchas-contramarchas, procesos legislativos viciados, cuestionamientos al poder judicial por no ser sumiso ante la posibilidad que echen abajo el plan B y leyes inconstitucionales terminó por darle impulso al presidente para lo publicara en el DOF a la brevedad. Por supuesto que el poder evitó de todas las formas posibles entablar un diálogo democrático y solo mayoriteó sus deseos.
El plan B obliga a al INE a hacer cambios radicales, terminar con la gran mayoría de su estructura y personal altamente calificado y redistribuye las funciones y atribuciones del INE de una forma que pone en riesgo la credibilidad y certeza de las elecciones, todas, que se realicen bajo este marco normativo.
El todavía presidente del INE, Lorenzo Córdova, anunció ya acciones legales por medio de las cuales se busca reestablecer el anterior contexto legal y evitar así que destacen al árbitro y organizador de las elecciones de nuestro país.
Sin embargo, él y tres miembros más de la mesa del Consejo General, terminan su encargo en abril próximo, lo que podría ser una sentencia de muerte contra las acciones emprendidas para impedir que el plan B eche raíces y de frutos demagógicos, incontrolables y autoritarios.
Esta es una de las razones más importantes por las que el proceso de selección de los nuevos consejeros y la consejera presidente revisten y es por eso que la revisión de los perfiles de las personas que constituyen la lista final emitida por el comité de selección debe ser un foco de atención.
Por supuesto que es imposible revisar en este espacio los 531 perfiles, así que me centraré en alguno me llaman poderosamente la atención.
Entre el selecto grupo de perfiles deseable y capacitados debemos iniciar con tres candidatos que, por trayectoria, posturas y conocimiento de la materia electoral parecen ideales para continuar la funcionalidad del sistema electoral: Francisco Javier Aparicio Castillo, Miguel Ángel Lara Otaola y Roberto Duque Roquero.
Además de que conjuntan años de conocimiento, análisis y propuestas desde el CIDE, la UNAM e IDEA Internacional (dedicada al fortalecimiento y desarrollo de la democracia), los tres han manifestado a lo largos de años críticas al sistema electoral razonadas y sustentadas, además de reconocer entender a profundidad el contexto que ha rodeado el sistema electoral nacional y local desde 2018, con sus riesgos y oportunidades.
En otras palabras, son personas calificadas, que han mostrado capacidad, propuesta, inclinación al diálogo y cuyas posiciones han mostrado congruencia a lo largo de los años.
De igual forma podemos encontrar candidatos que, por su experiencia en el sistema electoral pueden ofrecer la pericia técnica y procedimental que se necesita para ser miembros eficaces de la herradura del INE: Miriam Hinojosa Dieck, Bernardo Valle Monroy, Yuri Gabriel Beltrán Miranda, Diego Antonio García Vélez, entre otros.
Cabe señalar que la experiencia en puestos electorales no da la credibilidad, confianza técnica o independencia de las personas que aspiran a dirigir al Instituto. Dos ejemplos de esto son Diana Talavera Flores y Eduardo Arana Miraval.
En el caso de la primera su historial produce severas dudas. Sus nexos con el morenismo, vía Martí Batres y René Bejarano, la defensa descarada de su candidatura por parte de John Ackerman que derivó en un escándalo mediático en 2020 y su controvertido paso por el IEDF la vuelven una agente perfecta para sabotear los procesos defensivos contra el plan B que se presenten en la Suprema Corte.
En cuanto a Arana Miraval, quien presidiera la sala regional DF del TEPJF, se ha señalado que bajo su mando la instancia judicial fue manejada con discrecionalidad, opacidad y con un marcado veletismo al momento de emitir sus votos en el pleno de una de las instancias más importantes del tribunal electoral supremo de nuestro país. Un perfil que no entrega la certidumbre que se necesita para ser un consejero legítimo y reconocido por todas las fuerzas políticas.
Con todo esto, la preocupación mayor consiste en que el consejo técnico, con su mayoría morenista, no busque los mejores perfiles y que por consigna rechace personajes que no rinden pleitesía al poder unipersonal. Sin embargo, y pecando de optimista, creo que el caso Humprey da cierta esperanza de que el comité técnico sea imparcial.
Recordemos que el comité detuvo las expectativas de la actual consejera de presidir el INE, explicando que su aspiración se podía considerar una reelección y no era permitida por la ley. Quizá es una forma elegante de retirar un expediente de la competencia que muestra profundos lazos con el morenismo y posibles conflictos de interés, al estar casada con el ex titular de la UIF y actual encargado del despacho de procuración de justicia de Hidalgo, uno de los estados que Morena sumó a la ola guinda en 2021. Sea el caso, esto da esperanza de una selección no tan parcial ni manipulada.
Por supuesto que hay muchos perfiles más que podrían ser buenos consejeros y presidentas, al igual que la lista muestra perfiles marcadamente partidistas o sumisos al poder presidencial. Por esto es más importante que nunca que se elijan consejeros y consejeras cuya trayectoria permita continuar la construcción de un sistema electoral más eficaz, justo y cercano a la sociedad y, llegado el caso, defenderlo de todos los ataques sin importar de dónde provengan.
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