Sin duda, uno de los pilares que le han dado estabilidad a la democracia electoral mexicana lo constituye el INE y su accionar. Es por esto por lo que la forma en que se selecciona a las personas que se sientan en la mesa de su Consejo General es, por decir lo menos, un momento toral para que dicha estabilidad se mantenga.
Para esto es siempre necesario que el proceso por medio del cual se selecciona a estas personas tenga al menos los siguientes elementos para ser plausible, generando la certidumbre y credibilidad mínima para su función: transparencia, claridad en la forma en que funcionará cada filtro del proceso de selección, capacidad de corregir errores involuntarios y, quizá lo más importante, certidumbre/transparencia que permita revestir de legitimidad a las y los elegidos.
Y estas cualidades son, justamente, las que se han ausentado durante el actual proceso de selección delos cuatro nuevos miembros del máximo órgano de dirección del INE. Las acciones del Comité Técnico de Selección (CTS), dominado pro personas cercanas o directamente ligadas al gobierno ya MORENA, parecen dirigidas a realizar todo lo posible para arrojar dudas y sospechas, merced a su proceder, abonando así a unas elecciones que estarán basadas en la desconfianza y la falta de credibilidad institucional de los árbitros.
Este proceso de selección esta plagado de irregularidades, impugnaciones, metodologías dudosas y sobre todo, de una clara sospecha de sesgo partidista anunciado ya por el miembro de la iglesia de la luz del mundo y diputado morenista Hamlet García Almaguer, quien adelantó que los guindas tomarían por asalto el INE imponiendo puros consejeros y consejeras afines o militantes.
Vayamos por partes, con el fin de poder dejar claro este funesto panorama para la democracia de nuestro México.
Tras la revisión curricular y de documentación que acreditaba a los aspirantes como personas que cubrían los requisitos, el momento de inflexión de este proceso lo constituyó el examen de conocimientos de las personas que habían llegado a esta esta etapa.
Ya desde antes de la prueba los medios de información nacionales señalaban una aparente filtración de los reactivos (esos que fueron hechos por legisladores mayoritariamente guindas sin consultar expertos, al INE, alguna universidad pública/privada o al CONEVAL ) a los afines al actual gobierno.
Una vez realizado el ejercicio de evaluación las dudas y sospechas no hicieron más que aumentar, ante los señalamientos de múltiples participantes de probada trayectoria y conocimiento de la materia electoral, que habían sido calificados de forma poco clara.
Testimonios en medios y redes sociales de personas como Luis Miguel Rionda, Miguel Ángel Lara Otaola, Jaime Talancón, Janine García González, Rosaura Ramírez, Javier Arias, José Ramón Narváez y Manuel Sabino constituyen algunos de estos casos.
De los mencionados, 4 de ellos me confiaron sus testimonios de forma directa. Estas se suman a otras 80 impugnaciones, es decir al menos 17% de las participantes, que se inconformaron.
Esta cifra ya es suficiente para cuestionar de forma contundente el proceso para evaluar a los futuros titulares de las consejerías.
Entre las quejas se encuentran la falta de cumplimiento a los procesos de evaluación determinados por el CTS y anunciados a las personas participantes, falta de una guía de estudio como las que se dieron en procesos de selección anteriores, sospechosas caídas del sistema durante la evaluación, preguntas de opción múltiple cuyas respuestas podrían ser una u otra opción (derivadas de un proceso incorrecto, si no es que amañado de generación de reactivos por personas no expertas en la materia) y falta de claridad de cuál sería la legislación que se usaría para evaluar a las personas aspirantes (la LGIPE o el plan B) son algunos de sus señalamientos.
Cualquiera que haya presentado un examen sabe que estas situaciones ya sembrarían una considerable duda los resultados y las evaluaciones de capacidad que se deriven, más el problema no termina ahí.
Ante los señalamientos puntuales de los aspirantes sobre la ambigüedad de las posibles respuestas, muchos de ellos recurrieron al mecanismo de revisión prevista por el mismo comité para inconformarse.
Esto, lejos de generar certidumbre, parece consolidar la idea de que el comité no está trabajando con la pulcritud, transparencia, profesionalismo y capacidad de respuesta que debería, ya que los inconformes recibieron respuestas tan poco claras como “no procedente”, “las respuestas se basan en datos reales” o semejantes.
En un juicio, la carga probatoria de las pruebas iniciales de este caso sería abrumador.
Por si fuera poco, el ambiente se enrareció aún más con luchas de poder y ambición por parte de la Consejera Carla Humprey, quien en lugar de abonar en la certidumbre del proceso lo cuestionó por “discriminatorio” hacia su persona y por cortar su ambición de presidir el INE.
El CTS ha generado incertidumbre, dudas y nos ha regresado de golpe a un escenario de las elecciones de los 80, donde la duda mancha a todos. A los que impugnan, les deja la certeza de que hay gato encerrado, si no es que trampa abierta. A los que avanzan, les proyecta una sombra de duda, puesto que su prestigio y futuras decisiones desde el Consejo General sufren de falta de credibilidad desde ahora, debilitándolos como factor de estabilidad para el 2024.
Y es por esto que hay que preguntarnos, haciendo un paralelismo, ¿usted confiaría en una escuela de medicina en la cual uno de cada cinco exámenes de titulación esta en duda?, ¿podría usted confiar en un sinodal que no da razones, sino te dice que no se va explicar de ninguna forma su evaluación, como hizo el CTS?, ¿no sentiría que lo estafan si personas que no tiene experiencia en lo electoral, que se han pronunciado en favor de desmontar el INE y su sistema electoral son elegidas, tal como anunció el diputado García Almaguer?
Todo esto deja claro que este proceso es el resultado de un asalto desde el poder contra las autoridades electorales. Es muy probable que estemos viendo la muerte de nuestra joven democracia electoral y el nacimiento de una nueva dictadura partidista, confirmando que vivimos los tiempos del neopriismo hegemónico y generando enorme incertidumbre ante los resultados de las futuras elecciones presidenciales.
Sin uno de los pilares de nuestra democracia se podrían desatar los mayores fraudes desde 1988, con sus correspondientes conflictos postelectorales.
No soy optimista.
#InterpretePolitico
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