La opinión cada vez más preponderante, fuera de los círculos oficiales y su horda de bots y periodistas “libres” atados por el presupuesto, es que la elección del 1 de junio es una farsa, un mecanismo en el que se tomará por asalto el último dique al poder de la neo hegemonía, encarnada en la nueva presidencial imperial.
Cambios de reglas, contradicciones discursivas, violación por parte de la mayoría de sus propias reformas constitucionales, intervención descarada y burda del partido Morena en las elecciones y filtros del poder judicial y ejecutivo que en lugar de evitar la participación de aspirantes cuestionables hicieron lo contrario contradicen la muy ingenua o cínica afirmación de la presidente Sheinbaum de que México se convirtió en el país “más democrático” del mundo gracias a esta supuesta elección judicial y ha alimentado el malestar de cada vez más ciudadanos, aunque no de todos.
Las reacciones han diferido de forma asombrosa por parte de muchos destacados miembros de la sociedad civil. El debate se centra en votar o no votar y ambas posiciones se encuentran muy articuladas.
Justamente, en días pasados, tuve la oportunidad de tener dos charlas que me parece que identifican y resumen claramente las posiciones divergentes que aquellos que no creen en el oficialismo tienen ante los comicios que se realizaran en menos de menos de una semana.
Pertenecientes a dos generaciones diferentes, uno ronda los 60, mientras que el segundo no alcanza los 40. Ambos, personas destacadas en sus ámbitos. Consultores expertos reconocidos internacionalmente y convencidos de que el actual régimen no beneficia al país, pero difieren de forma toral en cuanto a la actitud que se debe tomar ante el inédito ejercicio comicial.
Manuel se mostró tajante en su convicción de que votar el primero de junio es una aberración. “Con una oposición muerta, acarreo y aparato de estado y mucho menos saber por quién votar, sólo es validar lo impensable”, sentencia de inicio.
Analista que admiro por el filo que pone a sus señalamientos, así como su código de conducta política en el que siempre hay que conducirse con humanidad y respeto ante cualquier persona, nos agrade o no y de profundo conocimiento que tiene de su área de trabajo, al punto de encabezar organismos internacionales, Manuel no me deja respirar cuando le pregunto si no dejar de votar no equivale a los bajar los brazos.
“Respeto y difiero con tu punto de vista, Lalo. No va a votar ni el 10 por ciento de la gente y cada voto es validar esta insensatez” me espeta, lapidario. Y termina por señalar la desinformación con la que se ha fraguado esta elección “no conozco a nadie en las boletas, dime ¿por quién voy a votar así?”.
Sin duda, representa al grueso de las personas que se encuentran profundamente preocupadas ante la deriva autoritaria y populista en la que se encuentra México. Para ellos, la generación que impulsó por décadas la democratización del país no solo queda trunco ese proceso, sino que es traicionado en esencia por un amplio sector que se decía demócrata, tanto de derecha como de izquierda.
A los dos días de esta charla me aventuré a preguntarle a otro destacado consultor, José, lo mismo. ¿Votaría el primero de junio y cuáles son tus razones?
Casi tuve mucha suerte en poder dialogar con él, ya que pasa más de la mitad de su tiempo viajando por diferentes países para dar asesoría y consultoría, además de dirigir una asociación latinoamericana y cuando está en CDMX no sale de juntas que abracan desde Interlomas a Iztapalapa. Sinceramente, esperaba una respuesta que ya conocía y él me sorprendió.
Inició en el mismo punto que en la charla anterior, el malestar con lo que está ocurriendo, pero a partir de ahí su punto de vista difiere radicalmente. “Las reglas del juego cambiaron, no importa si estén bien o mal, son nuevas y hay que jugar con ellas. No votar es ceder todo”, me dijo con soltura.
Yo todavía dudaba en decidirme si me estaba tomando el pelo o si había encontrado un cofrade que, como yo, iría a las urnas como forma de combate en favor de la democracia, cuando siguió explicándose: “no dejaré que impongan lo que les dé la gana. No votar es rendirse y cederles todo”.
“Yo me informaré y llevaré mi acordeón” explicó, como si los comicios fueran un examen de grado para los mexicanos y en el que los acordeones no eran trampa, sino recurso para aprobar la prueba que se tiene delante.
Pepe terminó, además, apuntando que entiende a aquellos que no votarán como protesta, pero tiene claro su rol, “si se captura el poder judicial como dicen, no estará en mi conciencia que no hice lo que podía para que no ocurriera”.
Dos personas brillantes e inteligentes con dos respuestas completamente distintas. Ninguno tiene la razón por completo y ninguno se encuentra equivocado, en el fondo.
Esta aparente contradicción revela, para mí, tres aspectos del contexto que vivimos. Primero, que ya no se ve en los partidos políticos de oposición una opción real, al punto de reaccionar de forma personal y dentro de un horizonte de acción que no tiene que ver con el PAN o el PRI, ni siquiera con el difunto PRD.
En segundo lugar, parece que la oposición se encuentra marcada, principalmente, por las emociones que marca su historia individual. Por un lado, el desengaño que queda tras décadas de lucha que se diluye en las corruptelas e ineptitudes de todos los partidos y su casta política. Por el otro, el espíritu derivado de haber crecido durante dos décadas en un México en el que la democracia electoral parecía un constructo sólido y que no se ve como parte de un movimiento político, pero sigue creyendo en el mantra “un hombre, un voto”, aún en la peor de las circunstancias.
En tercer lugar, es evidente que la oposición no tiene un solo punto de convergencia que la aglutine por completo. A diferencia del populismo autoritario en el poder que tiene una falaz pero efectiva narrativa, aquellos que disienten de lo que hace el régimen tienen, entre ellos, profundas fracturas en su forma de interpretar y planear los pasos a seguir.
Y así, no parece que exista mucho margen de maniobra para construir diques al neopriismo en el poder.
@HigueraB
#InterpretePolitico