La educación no es ni ha sido un asunto exclusivo de gobernantes, políticos profesionales y legisladores, sino que depende en gran medida de quienes la hacen posible y le imprimen sentido de manera cotidiana, con su trabajo en las aulas, escuelas y comunidades. El proceso educativo no es mecánico ni se restringe a una actividad unidireccional y mucho menos a la asimilación instantánea y pasiva entre los estudiantes.
Si bien, las reformas constitucionales, las leyes secundarias y los modelos educativos marcan rutas, habría que apuntar que entre los actores hay experiencias acumuladas y múltiples iniciativas, distintas formas de organización y de participación, de enseñanza y aprendizaje. De igual manera, los libros de texto, desde siempre, son auxiliares didácticos, pero no son los únicos recursos y los sentidos se dan en las prácticas cotidianas, en los territorios en donde ocurren las actividades educativas.
Todo ello implica un mayor conocimiento de lo que se hace en las aulas, en las interacciones de los actores, docentes y estudiantes con sus contextos de referencia, la deliberación en los Consejos Técnicos Escolares, la relación con las autoridades inmediatas del sector, como asuntos que deberían colocarse en los ejercicios de armonización de las Leyes estatales a la Ley Nacional. Ejercicios que podrían impulsarse para orientar los procesos legislativos y de política pública en las entidades, más que pensar en que únicamente se apliquen reformas desde arriba para su respectivo cumplimiento abajo.
Y toda vez que el trabajo es colectivo, de múltiples colaboraciones individuales, es importante conocer que dicen los actores, docentes y estudiantes, sobre la ruta que habrán de emprender para la transición de modelos educativos, la temporalidad en la organización de las secuencias didácticas, identificar que problemas se enfrentan y cómo los resuelven para dar coherencia al conjunto de actividades educativas en los distintos niveles.
Si el debate actual enfatiza la necesaria educación crítica, es importante rebasar la estridencia, la polarización y las descalificaciones entre actores políticos, y con sentido práctico, observar cómo se conducen los procesos participativos y de cooperación desde las aulas, desde las escuelas, desde los territorios. Corresponde analizar cómo se alienta el entusiasmo hacia la enseñanza aprendizaje como un proceso que no inicia ni termina en los vaivenes sexenales, sino que mantiene continuidades en el transcurso del tiempo.
Quienes ejercen la labor docente, de enseñanza aprendizaje a lo largo y ancho del territorio mexicano, seguramente tienen claro que las soluciones a los distintos problemas educativos no llegan desde lo más alto, ni como instrucción, sino que depende del trabajo que cada uno de ellos realiza en los contextos inmediatos de referencia. Esta consideración implica comprender a la educación como proceso en constante reconstrucción y no solamente por el cambio repentino de un modelo por otro.
A nivel nacional, será importante conocer la incidencia pedagógica del magisterio en los estados de la República, de sus formas de organización y de sus diversos recursos didácticos para atender los procesos educativos y no solamente de sus posicionamientos políticos, electorales y de sus reivindicaciones laborales que han merecido la atención de analistas en diversos momentos.
La revisión implica plantear preguntas sobre los trabajos para construir una mejor educación desde la práctica de todos los días, conocer ¿desde cuándo se impulsan modelos de educación alternativa e intercultural? ¿en dónde se localizan? ¿qué recursos didácticos utilizan? ¿cómo entienden y atienden la pertinencia de los contenidos educativos a los distintos contextos sociales, económicos y culturales?
Por ejemplo, si Oaxaca ha sido un referente importante para la educación pública a nivel nacional, y su movimiento pedagógico ha colocado desde hace más de cuatro décadas un plan de transformación de la educación, toca conocer a fondo esta experiencia emprendida por el magisterio tanto en las aulas como en el trabajo en comunidades, en ejercicios interdisciplinarios y comprender el trabajo educativo en condiciones adversas, en zonas de alta y muy alta marginación, que se manifiesta históricamente en la falta de equipamiento y precariedad de cientos de escuelas y comunidades, con problemas de alimentación y de salud de niños y adolescentes.
Es importante rebasar la politización del tema educativo, para situarnos en el conocimiento de lo que están haciendo los principales actores en los territorios, docentes y estudiantes, para ampliar nuestra perspectiva de las distintas realidades del sistema educativo mexicano, y en sentido inverso a las líneas verticales, promover que toda la experiencia acumulada imprima contenidos a las acciones estatales.
Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana
Ex Rector de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca
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