En el contexto de la Feria Internacional del Libro (FIL), que organiza anualmente la Universidad de Guadalajara (UdeG), presentamos el libro Al borde del Abismo: actualidad y perspectiva de la educación básica, que coordinaron Gilberto Guevara Niebla y José Navarro Cendejas (ambos de la UdeG). El libro compuesto por 19 capítulos, aborda una diversidad de temas sobre el Sistema Educativo Nacional (SEN): desde su masificación y crisis, tamaño, presupuesto, infraestructura escolar, inequidad, formación docente, sindicalismo, hasta la propuesta curricular de 2022 y las percepciones que tienen docentes y directores sobre los nuevos planes de estudio. El capítulo que me tocó escribir centra su atención en los resultados de aprendizaje que el país ha obtenido en los estudios nacionales e internacionales, en lo que va del siglo XXI. A continuación, resumo su contenido.
Las evaluaciones de aprendizaje de un país tienen tres grandes propósitos: 1) conocer lo que los estudiantes de ciertos grados o edades logran aprender durante su recorrido escolar, 2) conocer en qué medida un país mejora sus resultados educativos a lo largo del tiempo, 3) comparar los resultados educativos que obtienen los países (o regiones autónomas), con el fin de obtener puntos de referencia e interpretar correctamente sus resultados y 4) aprender de las naciones más sobresalientes en materia educativa y de la evolución de un país a lo largo del tiempo, a fin de poder diseñar políticas educativas que mejoren el aprendizaje, tomando en cuenta las evidencias que aportan estos estudios.
Las evaluaciones estandarizadas de aprendizaje de gran escala inician a fines de los años cincuenta del siglo pasado, a raíz de un proyecto que implementó la incipiente Asociación Internacional de Evaluación del Aprendizaje (IEA, por sus siglas en inglés), con sede en Holanda, para conocer las mejores prácticas educativas que utilizan los países más exitosos en la materia y poderlas adaptar en los países menos exitosos. A fines de los años sesenta, Estados Unidos crea el Programa NAEP (vigente en la actualidad) a fin de evaluar el aprendizaje de sus estudiantes a lo largo del tiempo y conocer en qué medida avanzan o retroceden. A raíz de esta experiencia exitosa, otros países implementan programas nacionales y diversas organizaciones (como la UNESCO y la OCDE) coordinan estudios internacionales con el mismo propósito. El estudio más conocido y exitoso es, sin duda el de PISA, que inició en 2000 con 32 naciones y que se replica cada tres años. En su última administración (2022) participaron 81 países y regiones.
En lo que va del siglo XXI, México fue parte de 11 estudios internacionales y coordinó 13 estudios nacionales, que han evaluado el aprendizaje de los estudiantes de preescolar, primaria, secundaria y bachillerato, además de alumnos de 15 años (con independencia del grado escolar que cursen), en las asignaturas de español (o comprensión lectora), matemáticas (o pensamiento matemático), ciencias naturales y educación cívica y ética. En general, los resultados obtenidos por los escolares mexicanos en estos estudios indican que el país ha sido incapaz de garantizar que una gran mayoría adquiera aprendizajes básicos, que les permitan seguir aprendiendo. Por ejemplo, en los estudios realizados por el extinto INEE con la prueba PLANEA, se señala que 1 de 3 estudiantes que terminan el bachillerato no logran comprender lo que leen, mientras que los resultados de PISA señalan que en esta condición se encuentra el 45% de los estudiantes. En matemáticas los estudios nacionales e internacionales señalan que 2 de 3 alumnos no adquieren las competencias esenciales en matemáticas. Los resultados de los estudios de aprendizaje se agravaron como consecuencia del cierre de las escuelas por la pandemia, especialmente en matemáticas. Internacionalmente, ocupamos entre el lugar 55º y 60º, y con respecto a los países latinoamericanos, entre el 3º y 4º lugar, siempre por debajo de Chile y Uruguay.
Aunque los resultados de México en estos estudios no son halagadores, tampoco son catastróficos; corresponden al nivel socioeconómico de la población y a la inversión que el gobierno destina al rubro educativo que, desgraciadamente, en los últimos años ha disminuido respecto al Producto Interno Bruto (PIB). La evaluación educativa no cambia por sí misma la calidad de la educación de un país, pero sí la visibiliza; condición que ayuda a mejorar la transparencia, la rendición de cuentas y el diseño de políticas públicas. Por desgracia, la presidenta Sheinbaum no comparte esta visión, razón por la que desapareció a la MEJOREDU y al CONEVAL (sumándose al extinto INEE). Esto nos hace suponer que México no participará en PISA-2025 y que la SEP no se autoevaluará ni hará público sus resultados. Pareciera que México regresa a una época obscura, donde se toman decisiones en ausencia de evidencias, lo que resulta paradójico para una presidenta conocedora del valor que tiene la información científica.
Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A.C.
@EduardoBackhoff