El mérito académico (MA) es, en prácticamente todos los países del mundo, el principal criterio para aceptar estudiantes a los niveles de licenciatura y posgrado y, en algunos casos, a la Educación Media Superior (EMS) y a la secundaria. Este criterio se basa principalmente en la evaluación del aprendizaje de los estudiantes, medido con exámenes estandarizados, el promedio de calificaciones escolares y otros indicadores de desempeño. Uno de los principales beneficios de este mecanismo es que permite una asignación basada en criterios objetivos y medibles, con los que se pueden identificar a los alumnos mejor preparados académicamente. Otro aspecto positivo es que motiva a los estudiantes a mejorar su desempeño escolar, así como a trabajar con dedicación y a desarrollar hábitos de estudio. Enfocarse en el MA no solo beneficia a los individuos, sino que también eleva el nivel general de la educación de un país. Sin embargo, el MA tiene limitaciones; el más importante es que no refleja siempre el potencial real del estudiante. Muchos factores externos, como el estatus socioeconómico del estudiante, el capital escolar de su hogar y el acceso a recursos educativos tienen un impacto definitivo en su rendimiento académico. Por ello, un sistema basado exclusivamente en el mérito excluye a estudiantes talentosos que no han tenido oportunidades para aprender, como es el caso de las poblaciones vulnerables. Adicionalmente, centrarse en el mérito puede descuidar otras aptitudes y competencias importantes para el estudio, tales como la creatividad, la madurez socioemocional y la capacidad de autorregularse.
Por otro lado, el uso de del azar, como una tómbola, es otra “alternativa” para seleccionar a los estudiantes. Una ventaja de este método es que elimina las desigualdades sociales de los estudiantes, lo que permite que se tengan las mismas oportunidades de ingresar a una institución, sin importar su contexto. Así mismo, la selección aleatoria puede fomentar una mayor diversidad en el aula, reuniendo a estudiantes con diferentes experiencias y competencias, lo que promueve la convivencia entre personas de distintos orígenes. Finalmente, los sistemas azarosos pueden ser más sencillos y menos costosos que los basados en evaluaciones complejas, lo que ahorra tiempo y recursos a las instituciones educativas. Sin embargo, la selección azarosa de estudiantes presenta más problemas que beneficios. Primero, un sistema basado en el azar no premia a los estudiantes que han trabajado arduamente para obtener buenos resultados escolares, lo que desmotiva a quienes se esfuerzan por aprender más. Segundo, al no tomar en cuenta el nivel académico, algunos alumnos podrán ingresar a programas para los cuales no están preparados, lo que afectaría su rendimiento y permanencia en la institución. Tercero, las instituciones pueden enfrentar grandes desafíos al tener grupos con niveles de preparación muy dispares, lo que complica la enseñanza y afecta la calidad educativa que reciben los estudiantes. Cuarto, muchos estudiantes pueden considerar que un sistema azaroso es injusto, ya que no distingue entre quienes se han dedicado a prepararse para conseguir un lugar en una institución de su preferencia y quienes han “transitado” sin mayor esfuerzo por el sistema educativo.
Esta reflexión viene al caso porque el gobierno cuatroteísta acaba de sustituir el examen del COMIPEMS por una tómbola, como mecanismo para distribuir a los aspirantes a los planteles de EMS de la zona metropolitana del Valle de México. En mi opinión, el azar no debería sustituir al MA, ya que éste promueve el esfuerzo y la excelencia académica, mientras que aquél los desestimula. Para mitigar las limitaciones del MA, es fundamental complementarlo con otros criterios, como el contexto socioeconómico, el promedio de calificaciones y algunas habilidades no cognitivas. La idea es acercarse a una definición más justa del mérito, que no solo tome en cuenta los resultados de aprendizaje, sino que también incorpore el esfuerzo invertido para alcanzarlos. Para finalizar, hay que decir que los principales problemas del ingreso a la EMS del Valle de México son dos: 1) la gran desigualdad en la calidad educativa y el prestigio de sus planteles y 2) el pase automático al nivel superior de la UNAM y del IPN.
Mientras estos dos problemas no se resuelvan, seguirá existiendo una gran demanda por ingresar a estas dos instituciones y una consecuente inconformidad de los aspirantes rechazados (cerca de 140 mil jóvenes al año). El ingreso a estas dos instituciones seguirá siendo por MA, a través de un examen estandarizado, por la sencilla razón de que por el momento no se tiene una mejor opción. Sin embargo, sí es posible mejorar este proceso de ingreso, si se incluyen otros factores que lo hagan más equitativo y justo, y si se utiliza la información que genera con propósitos diagnósticos y remediales de los alumnos.
Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A.C.