En un reciente vídeo en mi canal de YouTube “En Análisis”, precisamente analicé el Plan México presentado por la Presidenta Claudia Sheinbaum resaltando sus puntos positivos. Entre los comentarios formulados algunos, con un tono más o menos velado de reproche, me cuestionaban mi apoyo al gobierno, insinuando una posible intención acomodaticia. También hubo quien me inquirió sobre la defensa constante de la soberanía, por parecerle demagógica tal insistencia. Creo conveniente decir a los lectores que nunca he torcido mis opiniones por un interés personal y siempre he defendido con vigor mis ideas procurando la máxima objetividad.

La coincidencia con las actuales decisiones gubernativas viene de mucho tiempo atrás. La alusión frecuente que la Presidenta hace a la preservación de la soberanía nacional responde a un imperativo de los Estados que enfrentamos poderes superiores, a los cuales debemos oponer ese concepto. Al respecto en 1987 escribí en la primera edición de mi libro de Teoría General del Estado, lo siguiente:

“El Estado nacional subdesarrollado recurre al concepto de soberanía como necesario para preservar su propia forma de vida, se enfrenta a poderes externos que llegan hasta su interior y se le oponen. Es fácil entender por qué el problema de la soberanía es tan importante para el Estado subdesarrollado. Su condición, sujeta a las fuerzas que penetran en él o que lo presionan desde fuera, lo obliga a defender su soberanía. Soberanía que se esgrime en el ámbito jurídico para tratar de preservarla en lo político. Ante esos procesos reales de poder,  presenta como escudo el concepto jurídico de soberanía para tratar de salvaguardar su propia individualidad y su carácter de Estado independiente.”

Ciertamente la terminología de “Estado subdesarrollado” se ha abandonado y la actual potencialidad económica de México ya no permite considerarlo así, pero sigue siendo evidente la asimetría que en la realidad económica y militar existe entre países como el nuestro y una superpotencia con el poder de EE. UU. cuyo presidente ha puesto de cabeza al mundo entero ejerciendo lo que he llamado una suprasoberanía en el plano político mundial. Esa diferencia fáctica justifica la posición que defiende la igualdad jurídica de los Estados y la exigencia de respeto a nuestras respectivas soberanías.

En otra dimensión de la soberanía hacia el interior y respecto de temas como nuestra capacidad productiva de alimentos y de energía, he coincidido con ese tipo de políticas desde hace casi 40 años. Reproduzco enseguida un párrafo del libro de mi autoría previamente citado:

“Solo un Estado capaz de autoabastecerse, puede aspirar a ser soberano. Si no logra resolver sus problemas fundamentales de alimentación, de salud, de vivienda y de tecnología, no será capaz de hacer prevalecer el escudo jurídico de la soberanía con el que pretende preservarse”. (Nótese que la autosuficiencia energética no era problema entonces. La política neoliberal acabó con ella) “En la actualidad, ningún Estado que dependa del exterior para alimentar a su población puede realmente aspirar a ser soberano.”

Nuestra auténtica soberanía está condicionada por la capacidad de no depender de fuera para alimentarnos y para contar con la energía necesaria. Por eso es imperioso impulsar el Plan México orientado a esos objetivos.

Investigador de El Colegio de Veracruz y Magistrado en retiro

@DEduardoAndrade 

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