En uno de los más célebres pasajes de la obra maestra de Cervantes este hace decir a Don Quijote: “Con la iglesia hemos topado Sancho”, la frase iba cargada de intención sobre el papel obstructor de la iglesia católica cuyo poder se extendía a ejercer la censura sobre las obras literarias. A los censores les pasó de noche la socarronería del Manco de Lepanto, ya que dieron el imprimátur a su inmortal novela. Pero un avezado lector de este tiempo, percibiría enseguida la no muy velada intención de la iglesia actual, de criticar al gobierno con propósitos electorales, según se observa en un reciente Comunicado del Episcopado.
Esta percepción parte de la actitud centenaria de la iglesia frente al Estado mexicano. El papa Pío IX declaró sin valor las disposiciones de la Constitución de 1857 y amenazó con excomulgar a quien jurara su cumplimiento. Por eso el artículo 130 de la Constitución de 1917 restringió severamente a la iglesia, la cual en represalia propició una insurrección armada, la llamada Guerra Cristera de hace un siglo.
La reforma salinista de 1993 desnaturalizó el artículo 130 original, pero quedan en él las razones históricas de las reservas frente a la iglesia que al hacer pronunciamientos políticos, incurre en una evidente injerencia en asuntos del Estado, en violación del principio de separación entre ambas instituciones. Ahora resulta que tras una aparente neutralidad, los obispos adoptan el discurso opositor al gobierno. Dirán que no violan la Constitución pues esta solo les prohíbe que “se opongan a las leyes del país o a sus instituciones”, pero aunque sea entre líneas —como Cervantes— cuando dicen: “...el reto mayor está en hacer valer y vivir en un verdadero Estado de Derecho ...”, manifiestan una oposición a las leyes existentes que según ellos no lo garantizan. Bajo esa óptica, su postura violaría la Constitución, aplicando la moda de que hay principios que derrotan a las normas escritas, según sostiene la corriente llamada principialismo. El Art. 130 constitucional dice “El principio histórico de la separación del Estado y las iglesias orienta las normas contenidas en el presente artículo”. La preeminencia de ese principio permite concluir que el Episcopado ha excedido los límites constitucionales.
El sustrato histórico de esta interpretación se encuentra en la memoria de la Nación, la cual invita a tomar con mucho recelo los avances que en materia política pretenden realizar la iglesia católica y otras confesiones. En razón de este ancestral bagaje, debería generarnos aprensión que el Episcopado Mexicano haya hecho topar con él a quienes contienden por la Presidencia de la República orillándoles a comparecer ante su Conferencia, la cual se ha convertido en agrupación política decidida a invadir territorios que le deberían estar vedados, con pretensiones de Supremo Tribunal Moral.
Cuando veo desatadas esas actitudes eclesiásticas no puedo menos que recordar la frase de Virgilio referida a la desconfianza que debería haber causado a los troyanos el enorme Caballo que a manera de presente dejaron los griegos a las puertas de su ciudad: Timeo danaos et dona ferentes, es decir “Temo a los griegos incluso cuando hacen regalos”; pues yo temo a la iglesia incluso cuando se pronuncia “por el bien México”.
Magistrado en retiro y constitucionalista
@DEduardoAndrade