Con motivo del apagón que la semana pasada dejó sin energía eléctrica a toda la península ibérica y parte del sur de Francia, hemos podido saber una serie de datos que permanecían soterrados acerca de las vulnerabilidades derivadas de una expansión descontrolada de las energías solar y eólica, movida más por la codicia capitalista que por un sincero afán de salvar al planeta. Se han hecho públicos datos sobre la enorme inestabilidad de las energías llamadas limpias; la falta de mecanismos y procedimientos adecuados para controlar esa inestabilidad; la necedad y opacidad de la autoridad española a cargo de la energía y los peligros de poner en manos privadas la gestión de un servicio vital como el suministro energético.

En círculos informados siempre se ha sabido que la energía proveniente del viento y del sol tienen el defecto de su inestabilidad, pues esas fuentes no garantizan un flujo constante que pueda controlar la voluntad humana, pero esa circunstancia es poco conocida por el gran público al que solo se le “venden” las bondades de dichas energías. La natural inconsistencia de su flujo plantea un problema para las redes eléctricas que deben mantener el abastecimiento de manera constante. Esta condición requiere una especial prevención técnica que permita lidiar con las fluctuaciones de estas energías cuyo ingreso excesivo tiende a desestabilizar las redes.

Pese a las evidencias que apuntan que tal exceso fue determinante en el apagón, el gobierno hispano muestra una clara tendencia a la protección de los intereses privados que manejan estas fuentes energéticas y la propia distribución de la electricidad. La ministra de Transición Ecológica se aferra fanáticamente a su consigna de que “España será verde o no será” y de modo irresponsable y contradictorio afirma que no se descarta ninguna posibilidad, pero se niega a considerar la vinculada con el exceso de flujo de las energías renovables, cuando los datos provenientes de la propia empresa privada que opera la red eléctrica indican que en el momento del apagón el 70.4 % del aprovisionamiento venía de la solar y la eólica.

Otros datos que han surgido señalan que ocurrió una súbita caída de 15 mil millones de vatios que desestabilizó totalmente la red, cuyos sistemas de protección de fluctuaciones no aguantaron la variación y se produjo una desconexión generalizada. La más elemental lógica sugiere que esa alteración provino de las fuentes que aportaban la enorme mayoría del caudal energético, hipótesis que se refuerza por la advertencia formulada por el monopolio privado denominado Red Eléctrica de España, que opera en exclusiva la distribución de electricidad en ese país. En un informe publicado en febrero esa empresa previó la posibilidad de “desconexiones de generación” por la “elevada penetración” de plantas renovables “sin capacidades técnicas necesarias para el adecuado comportamiento ante perturbaciones”.

Una importante lección para nosotros: es vital mantener en manos del Estado el control mayoritario de la generación eléctrica y el control absoluto del despacho energético y de la red para su distribución. La gestión privada en España es evidentemente ineficiente y le ha salido carísima a los españoles.

Investigador de El Colegio de Veracruz y Magistrado en retiro.

@DEduardoAndrade

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