El estado de Coahuila registra 86.4% de sequía en su territorio. Desde hace varias semanas Monterrey presenta cortes al abasto de agua por la escasez del líquido. La situación en Tamaulipas y en estados del centro y norte del país es similar. La Comisión Nacional de Agua reporta en dos terceras partes de la República casos de sequía que van de moderado a severo.

El país está enfrentando una inusual falta de agua que podría ser más grave con el paso de los años, si hoy no se toman medidas para mitigar la situación.

La afectación va más allá de abrir el grifo y que no caiga agua. Los productores están preocupados por la suerte de miles de cabeza de ganado, si se extiende la sequía, y los agricultores se encuentran en la incertidumbre por las cosechas que dependen de la lluvia. Por su parte, ambientalistas de Coahuila advierten de la afectación a la biodiversidad, reflejada en la muerte de nogales y sabinos. La falta de líquido no trastoca solamente la vida citadina, impacta a todos los sectores.

Para expertos, el problema es resultado de acciones que van en contra del equilibrio natural, como la deforestación y la sobreexplotación de mantos subterráneos, así como la falta de una cultura ciudadana del ahorro de agua; el riego de jardines y el lavado autos con manguera, por ejemplo, son todavía comunes en varias ciudades del país.

A lo anterior que hay sumar las fugas de agua que se ven en las calles por la deficiente o antigua estructura hidráulica, así como las grandes cantidades de agua que algunas industrias requieren para sus procesos, sin pensar en modificar sus esquemas para coadyuvar también a la solución del problema.

Llevar agua a las ciudades desde distancias cada vez más lejanas no ayuda a resolver el problema central que es el de fomentar un uso racional del líquido, así como su reúso y la captación del agua pluvial, medidas que son clave para enfrentar periodos prolongados de ausencia de lluvias.

El derroche y la falta de conciencia pueden pasar al país una factura muy alta a mediano plazo. La sequía actual en dos terceras partes del país, parecen las primeras señales de un problema que comenzará a ser más recurrente. Hay que atenderlas de manera urgente, pero no de manera dispersa sino como sociedad que se preocupa por su futuro.