Mientras sigue el avance de una de las obras insignia de la actual administración, el Tren Maya, que se asegura traerá bienestar y derrama económica al sureste mexicano —principalmente para las comunidades mayas que lo habitan—, por otro lado se multiplican las voces y los testimonios de quienes advierten que es más severo el daño que se está ocasionando a la naturaleza, que el posible beneficio que se obtendrá tras la conclusión de los trabajos.

Se han mostrado evidencias del daño ecológico que están causando las obras iniciales —básicamente de desmonte— y debería cuestionarse si todo valdrá la pena, si efectivamente existen todas las garantías suficientes de que el impacto ambiental no va a ser tan grave como el que los ecologistas y los detractores al proyecto están proclamando.

Pero reportes a fondo y estudios independientes de impacto ambiental y de sustentabilidad coinciden en alertar que no solo se ponen en riesgo santuarios de fauna endémica, sino también fuentes de agua dulce que abastecen regiones enteras del sureste mexicano y que, no por nada, en conjunto reciben el nombre de “fábrica de agua”.

Y no se vale, mientras las sierras y trascabos siguen tirando árboles a diestra y siniestra, decir que lo desmontado no es selva sino simple maleza o acahual, lo que demuestra un grave desconocimiento de cómo funcionan los ecosistemas en la península.

Y es que finalmente polemizar sobre la viabilidad o no del proyecto del Tren Maya, no debería ser un tema de oposición política, sino uno de cuidado de la naturaleza, pues es innegable que la selva es el hábitat de cientos de especies, entre mamíferos, aves, reptiles e insectos, a los que el paso del tren no solo los deja sin la protección de la vegetación, sino que a cada uno le pone en riesgo su vida individual, su subsistencia como especie y hasta su desaparición como eslabón de una cadena natural.

Que no sea la ideología la que marque el destino final que habrá de tener el proyecto, sino que se escuchen todas las voces que tengan y puedan decir algo, sea a favor o sea en contra de la obra, una que efectivamente está dando trabajo a cientos de mexicanos y está causando una derrama económica en la península de Yucatán, pero también escuchar a la ciencia y a la ley, analizar lo que tenga qué decir cada una sobre una obra en la que, como señalan los expertos, sería mucho lo que se pierde y realmente poco lo que se gana.