En la década de los años 80 una película protagonizada por María Elena Velasco, “La India María”, describía desde su título la especial situación de los mexicanos que dejaban su país en pos de alcanzar el sueño americano: Ni de aquí ni de allá. Esa frase ponía a los migrantes en un limbo con respecto a su lugar de origen y a su país de acogida, y en los que en ninguno parecía ya haber lugar y sólo una angustia de no pertenecer.
Pero el testimonio de los que están en Estados Unidos y que desde allá externan su preocupación por mandar dinero a sus familias conscientes de los tiempos duros que se viven no solo a raíz de la pandemia, sino también por los embates del crimen organizado, demuestra que más allá del dinero de las remesas que siempre se manejan solo como cifras en abstracto, está también el factor humano y las historias de trabajadores humildes con ganas no solo de dejar atrás la pobreza, sino también de beneficiar a sus familias y al país del que salieron.
Y ellos, que se han visto favorecidos con oportunidades de trabajo pero no exentos de sacrificios, demuestran que no olvidan sus raíces y que pueden ser agradecidos con quienes los procuraron en sus primeros años de vida.
Y es que al norte del Río Bravo los migrantes mexicanos encontraron los subsidios y las ofertas de empleo que en su país se les negaron o que nunca se presentaron, y las promesas de bonanza y bienestar que nunca pudieron fructificar.
Pero hoy, gracias a su empeño y esfuerzo, cientos de familias mexicanas pueden subsistir y en algunos casos salir adelante, dejar la pobreza, por el interés, preocupación y compromiso que sus parientes en el extranjero tienen con ellos.
Las remesas nos dejan ver muchas cosas. En primer lugar la solidaridad de los migrantes con sus familias y a veces con los pueblos de los que son originarios. Demuestran también que no son desagradecidos, como por tantos años se manejó como descalificación para quien obligado por la crisis, la falta de oportunidades y la pobreza, encontraba como única esperanza probar suerte al norte de la frontera.
Otra situación es que mientras que en México fueron fuerza desperdiciada, en Estados Unidos son trabajadores esenciales que dan de comer a toda una nación o que construyen o mantienen funcionales miles de hogares norteamericanos. De este modo su presencia es esencial para Estados Unidos y vital para la economía de México. Con sus pies asentados firmemente a ambos lados de la frontera, estos héroes demuestran que son tan de aquí como de allá.