Afortunadamente, y aunque pasaron 44 angustiosos días en los que a veces parecía diluirse toda esperanza para recuperarlo sano y salvo, finalmente ayer el niño Dylan Esaú pudo volver a estar en brazos de su madre, una formidable indígena tzotzil que con gran temple hizo la presión necesaria para que la sociedad mexicana conociera de su caso y las autoridades hicieran su trabajo para recuperar al pequeño que fue sustraído de su lado en un mercado de San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Los motivos de este inusual caso no quedan claros, aun cuando la sustractora del infante aseguró haber robado al menor por el deseo que tenía de ser madre y que, aseguró, le era biológicamente imposible. Preocupa el móvil porque hay más de un rumor sobre el destino final que tienen los infantes que son separados violentamente de sus padres: en el mejor de los casos, es para venderlos a parejas que no pueden concebir. En otros casos, los niños son separados de sus familias para luego obligarlos a ejercer la mendicidad en las calles de las grandes ciudades.
Otro detalle que llama la atención es la participación de menores para concretar la sustracción del niño, pues al parecer su intervención se dio también abusando de su inocencia, haciéndolos cómplices involuntarios del delito; ellos en el fondo actuaron en la creencia de estar ayudando a una madre con un hijo rebelde y a la vez para poder llevar un dinero a su casa. Utilizar a menores de edad para esos fines habla ya de una descomposición y una carencia de valores en algunos estratos de la sociedad.
Pero es de resaltar la fuerza y el coraje de la madre que no permitió que el suyo fuera un caso más de menor desaparecido ni que éste se perdiera en los fríos números de las estadísticas. Impulsada por la sola esperanza de poder recuperar a su hijo, Juana Pérez movilizó prácticamente a todo un país hasta llegar al nivel presidencial y, si bien no logró ser atendida personalmente por el mandatario, sí consiguió que éste hiciera referencia al caso en sus conferencias mañaneras y que diera instrucciones para que se diera seguimiento a las investigaciones para poder dar con su paradero.
A la par, sus esfuerzos también sirvieron para que la atención de los medios de comunicación se volcaran para dar a conocer su situación y que su caso fuera hecho suyo por el gobierno de Chiapas, el cual finalmente pudo ubicar al menor y su raptora. Al final, hay ya la recompensa de un menor de vuelta en su hogar.