En general hay un gran adeudo del Estado con los menores de edad, que resultan la población más vulnerable a delitos de todo tipo, con acentuada frecuencia los de índole sexual y en la etapa preescolar, cuando los niños aun no tienen muy definido lo que está bien y lo que está mal en su trato con los adultos.

Ya sea actuando de forma individual o en confabulación con otras personas, a veces conformando redes dedicadas a la pornografía infantil, los criminales que agreden a niños suelen tener acceso a ellos justamente en las escuelas de los niveles de preescolar y primaria, donde pese a que se cuenta con protocolos de prevención, no se aplican ni hay vigilancia al respecto.

Cuando se habla de procurar justicia en casos de abuso infantil, no solo se trata de poner tras las rejas a un culpable, sino también de la reparación del daño, mismo que incluye años de terapia psicológica y tratamiento médico, con los altos costos que conlleva y los tiempos que tanto el menor como sus padres deben invertirle, obligando en muchos de los casos a alguno de ellos a descuidar o dejar su empleo para poder estar al lado de su hija o hijo en momentos tan críticos.

En la reparación del daño también se responsabiliza a las autoridades educativas, toda vez que el sistema de enseñanza no contempló un esquema de protección a menores o hasta pudo solapar o tolerar conductas indebidas por parte de algún miembro del personal de los planteles escolares.

Si a lo anterior se suma la tardanza o lentitud en la aplicación de justicia, se comprenderá el difícil calvario que emprende una familia con una niña o niño abusado sexualmente. Y por si fuera poco, en algunos casos padres de niños abusados han denunciado la intimidación o amenazas por parte de funcionarios de la SEP para que desistan de proseguir en procesos judiciales que ya de suyo son desesperadamente lentos, pero sin los cuales las familias no podrían obtener alguna compensación económica por los daños físicos y psicológicos inflingidos al menor.

Por más años de prisión que le den a cada uno de estos abusadores, la huella que deja en la vida futura de cada menor agredido es algo que se torna imborrable, que deja una marca que llavará por siempre y que lastimará su autoestima y desenvolvimiento social.

Por nuestros niños es que se debe presionar al sistema educativo para erradicar al abuso sexual infantil.