El estancamiento salarial producto de la inflación que ha impactado en los últimos meses a la economía mexicana está produciendo la peor cuesta de enero en más de dos décadas, con un aumento de precios creciente que está carcomiendo cualquier avance logrado en material laboral, regresando a los trabajadores que perciben salarios mínimos a la misma precariedad de siempre y cuando apenas comenzaban a poder escapar del círculo de pobreza, en especial considerando que el precio de productos se da justamente en la mayor parte de los artículos que comprenden la canasta básica de alimentos.

Y es que hay que considerar que los incrementos a los mínimos por sí solos no permiten a los trabajadores salir de la pobreza, sino que se deben sentar todas las bases para un verdadero bienestar social que permita desahogar lo más posible la economía de los sectores más marginados, por ejemplo, con instituciones de salud bien estructuradas y equipadas, guarderías para los hijos de obreros y trabajadores, o centros de enseñanza de calidad que formen a sus hijos en disciplinas que los ayuden a romper la marginación en la que viven.

Todo lo anterior con la idea de aliviar en la mayor medida posible una serie de gastos que, de otro modo, se tienen que solventar con un salario que apenas permite mal cubrir las necesidades más esenciales y que, por la premura de estar al día, no permite generar ningún tipo de ahorro para enfrentar imprevistos.

Con aumentos salariales que, si bien benefician a los más necesitados —unos 6 millones de hogares mexicanos—, cualquier incremento inflacionario que se suscite en la economía nacional desequilibra por necesidad cualquier intento por restaurar la dignidad en el pago por el trabajo. Y si se considera que los aumentos sólo aplican para un sector de la población, los beneficios para la sociedad en general quedan más que pulverizados por la escalada inflacionaria.

Y no se trata de criticar el alza dispareja a los salarios mínimos, que apenas así van subsanando una carencia laboral y rezago que se venía arrastrando de décadas atrás, y que de hecho era una medida necesaria y de justicia social, pero se hace evidente que falta trabajar en otros factores como la creación de riqueza para generar más trabajos y con una mejor remuneración y prestaciones, y que en algún futuro todavía lejano, haga permear la bonanza a todas las capas de la población.