En cuestión de incidencia delictiva Yucatán siempre ha sido un estado excepcional. Delincuencia organizada, robo y secuestros son delitos prácticamente inexistentes.
Mientras otras entidades no han visto la calma en dos o tres sexenios, en los últimos 18 años Yucatán se ha consolidado como el estado con los mayores estándares en materia de seguridad a nivel nacional. Y todo indica que se mantendrá en esa ruta porque en el primer bimestre de este año registró la menor tasa de incidencia delictiva.
¿Por qué en el país hay estados donde el atraso social y económico es más notorio que en otros? ¿A qué obedece que en materia de inseguridad haya regiones con índices que se comparan con las naciones más seguras del mundo y otras que se acercan a los índices de los países más inseguros?
El modelo que ha elegido Yucatán no incluye nada extraordinario. Son recomendaciones que se encuentran entre las numerosas que los especialistas han planteado para mejorar las corporaciones policiacas. En primer lugar, cuenta con una policía en constante capacitación mediante convenios con Francia y Estados Unidos (en específico el FBI). También ha apostado por adquirir tecnología de punta que se refleja en la apertura y ampliación de un centro de mando que tiene a su cargo la videovigilancia en los municipios del estado. Y ha dado prioridad a la mejora salarial de los más de 4 mil elementos policiacos estatales.
Lo que sí es extraordinario es que en los últimos 15 años quien ha tenido a su cargo la puesta en marcha de ese modelo ha sido la misma persona. En la administración pública, especialmente en la federal, es una situación rara que los funcionarios designados para algún cargo (incluso aquellos relacionados con la seguridad) se queden al frente durante todo el periodo de gobierno. Los puestos usualmente son trampolines para llegar a otros cargos. Los planes que se hayan iniciado en algún sector se truncan ante el arribo de nuevo personal.
Muchos de los grandes problemas del país no se han resuelto precisamente por la falta de continuidad y porque las soluciones son de largo plazo.
Cada vez que llega un nuevo funcionario o una nueva administración no se puede reinventar todo, desestimar los logros de antecesores y comenzar de cero. El país requiere visión de largo plazo, por encima de intereses partidistas o ideologías políticas.