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En menos de 24 horas pasaron del reclamo al silencio. De inundar las calles a ser invisibles en la vida pública. El paro nacional de mujeres modificó el rostro de las principales ciudades en el país.
En la Ciudad de México, los espacios asignados a las mujeres en el transporte público lucieron prácticamente vacíos. Muchos bancos no abrieron algunas de sus sucursales por la ausencia de la fuerza de trabajo femenina.
Prácticamente ninguna escuela de educación básica laboró. En las aulas de universidades también fue notoria la ausencia.
Las voces, los rostros y las plumas de las comunicadoras no se escucharon, no se vieron ni se leyeron este lunes 9 de marzo fue un día si mujeres.
La separación de sus actividades cotidianas vino a demostrar —de una forma distinta a la movilización del domingo— que su peso en la sociedad es relevante y que sus demandas no deben ser ignoradas más. Los reclamos son los mismos que han venido haciendo desde años atrás: igualdad de género, erradicar la cultura machista y detener la violencia y los asesinatos contra las mujeres.
La espiral alcista de feminicidios y de agresiones de las últimas semanas, que se sumaron a las situaciones de acoso denunciadas por alumnas universitarias desde el año pasado —y a la falta de acciones de las autoridades respectivas— generaron un sentimiento de malestar que detonó que las demandas pasaran del ámbito estudiantil a un reclamo social más extenso que fue evidente en la marcha realizada en la Ciudad de México y en las que tuvieron lugar a lo largo y ancho del país.
Si hay que elegir el tema más apremiante a resolver, erradicar la impunidad en los asesinatos de mujeres tendría que ser el principal.
Desafortunadamente la impartición de justicia es uno de los atrasos más graves en México. Menos de 5 por ciento de los delitos que se cometen en el país son resueltos. Los criminales saben que pueden cometer ilícitos con altísimas probabilidades de no ser alcanzados por el brazo de la justicia.
Las mujeres han dicho con reclamos y con su ausencia que no quieren seguir viviendo con miedo. Todos los gobiernos en el país deben tener claro el mensaje: es urgente que haya un cambio en ese sentido. En estos momentos escuchar es de mucha ayuda, descalificar no.