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Ingrediente indispensable del Estado moderno mexicano es su laicidad, esencia de la Segunda Transformación que encabezó el presidente Benito Juárez, principio que ahora se ve amenazado por la iniciativa de una senadora de Morena para reformar la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.
El proyecto plantea cambios que anularían la separación Estado-iglesias. Entre ellos, el uso de medios de comunicación masivos o la creación de relaciones de trabajo con el gobierno, además de que plantea que cualquier autoridad pueda asistir —en su carácter de funcionario— a actos de culto público.
Este sexenio está demostrando tener un fuerte componente de inclusión religiosa, específicamente la del conjunto de grupos evangélicos, que han registrado un gran avance tanto en número de feligreses, como en presencia en medios de comunicación o en el ámbito empresarial con inversiones sobre todo en el sector inmobiliario, pero sin duda la contundencia de su mayor impacto se ha visto en el campo político, con la conformación de sus propios partidos o su acercamiento a personajes de esta esfera. El caso más conocido fue el de la apertura del Palacio de Bellas Artes a un acto organizado por la iglesia Luz del Mundo para celebrar el aniversario de su pastor Naasón Joaquín García —hoy detenido en Estados Unidos por acusaciones de pederastia—, y que contó con la presencia de varios senadores y diputados entre los asistentes al evento.
El propio presidente Andrés Manuel López Obrador, admirador declarado de la obra de Juárez pero a la vez simpatizante del pensamiento evangélico, lo resume en una frase bíblica: “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”, con la que el propio Jesucristo establecía la separación de los asuntos terrenales de los celestiales.
El mandatario reafirmó ayer una vez más su defensa de la laicidad tal y como está consagrada en la Constitución, obteniendo además el respaldo inmediato de las iglesias católica y evangélicas, las cuales expresaron la necesidad de que el Estado mexicano mantenga la separación entre la esfera civil y la regiosa, aunque se pronunciaron por la defensa de la unidad nacional la cual se puede lograr siendo garante de las libertades, entre las que está la religiosa, y que puede actuar como apoyo para la pacificación del país en momentos en que más lo necesita.
Es plausible que el Estado mexicano reivindique el principio de laicidad que lo ha sustentado desde hace más de siglo y medio, sin embargo no debe descartarse la posibilidad de revisar la relación con las iglesias para hacer adecuaciones de cara a los nuevos tiempos que se viven.