Entre los impactos de la pandemia de Covid-19 que resintieron con mayor fuerza los mexicanos entre los años 2020 y 2022, sin duda están la contracción económica y la pérdida de fuentes de trabajo en el país —amén de los fuertes gastos propiciados directamente por la enfermedad—, que llevaron a muchas familias a adoptar medidas de emergencia como restringir sus gastos y echar mano de sus ahorros, muchos de los cuales seguramente estaban destinados para otros planes, mismos que tuvieron que cancelarse ante el duro impasse que azotó no solo a México, sino al mundo entero.
Y si bien para muchas familias el uso de sus ahorros se convirtió en la tabla de salvación que les permitió sortear la crisis —aunque con saldos de lo más diverso—, lo cierto es que esto acabó con el colchón de seguridad que seguramente ya no estará ahí ante el arribo de otra situación crítica, como lo están demostrando los efectos iniciales de la guerra entre Rusia y Ucrania, y que sin duda hará trastabillar una vez más a la economía mundial, al aumentar los precios de producción y costos de desplazamiento de las materias primas.
Para los menos, significó también la necesidad de endeudarse por arriba de su capacidad de pago, lo que se traduce en una pesada losa que tendrán que cargar por un buen tiempo, incluso aunque las condiciones económicas en el país pudieran mejorar.
Queda claro que los hábitos financieros de los mexicanos han tenido que adaptarse a tiempos de crisis, contracción económica y austeridad. En un entorno en que las oportunidades de trabajo son cada vez menos y los precios de los artículos básicos son los que más aumentan, el gobierno y los sectores productivos del país deberían sentarse a analizar cifras, proyectar soluciones y proponer salidas a la inflación en las que no simplemente se busque controlar artificialmente la escalada de precios, sino también incentivar y garantizar el ahorro que, como ya se ha visto, fue para muchos la tabla de salvación para solventar las sucesivas olas de crisis que han golpeado al país por los efectos combinados de la recesión, la pandemia, la delincuencia organizada y la guerra en Ucrania.
Estimular el ahorro y buscar una bancarización cada vez mayor de la población que permita administrar sus recursos, redundará en una recirculación del dinero, como condición hacia una economía más sana en beneficio de todos.
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