Este arranque de año ha sido particularmente violento contra las mujeres. Desde casi la totalidad de las entidades de la República, llegan los reportes de desapariciones, violencia y feminicidios, que lejos de menguar, parecen incrementarse cada vez más.
Los casos de feminicidios reportados por los medios de comunicación se suceden prácticamente a diario, desde distintas partes del país. El caso más reciente es el de María Fernanda Contreras Ruiz, de 27 años de edad, joven de Monterrey, Nuevo León, que fue asesinada y cuyo cuerpo apareció en el municipio de Apodaca; su presunto asesino fue detenido ayer tras la presión ejercida por la sociedad y los medios de comunicación.
En paralelo está el caso de la joven Debanhi Escobar, joven desaparecida en el municipio de Escobedo, y de quien se difundió una última foto de ella a la orilla de una carretera solitaria, imagen que le fue tomada por un chofer que la habría dejado abandonada en ese paraje luego de haber sostenido una discusión con él y que tomó la imagen como evidencia que le envió a amigas de ella que solicitaron el servicio.
En Querétaro, suscitó enorme indignación el caso de la niña Victoria Guadalupe, que salió a una tienda cercana a su domicilio y ya no regresó. Su cuerpo fue hallado poco después, al igual que su presunto ejecutor.
En Morelos, Evelin Afiune, salió a una cita de trabajo en la localidad de Cuautla, y apareció muerta días después en un lote baldío, lo que suscitó una ola de protestas.
¿De qué ha servido tanta marcha? ¿Qué están haciendo las autoridades de los tres niveles de gobierno? Y si algo hacen es claro que no está dando resultados. Como es también evidente que no están escuchando las demandas de grupos feministas que varias veces al año toman las calles para condenar la violencia que no cede.
Por más que se visibilizan los casos, la violencia no para. Lo que más preocupa es que no hay política de Estado para atender la situación y que ante sus reclamos y exigencias de mayor seguridad, lo que las mujeres encuentren son muros blindados, vallas y puertas cerradas. Si algo peor puede pasar en la ola de feminicidios, es que se normalicen y en poco tiempo no conciten siquiera la atención de la sociedad. Para que ninguna mujer más pierda la vida, que se atiendan de inmediato sus demandas.