De poco han servido las numerosas y multitudinarias marchas de mujeres en las ciudades más importantes del país para exigir seguridad y protestar contra la violencia de la que son objeto. La situación no se ha revertido. Por el contrario, las agresiones contra niñas y mujeres, específicamente los feminicidios, van en aumento. Tan solo en los primeros tres meses de este año, 862 mujeres fueron asesinadas, aunque solo 234 casos se tipificaron como feminicidio. ¿Cuál tiene que ser el siguiente paso para que sus demandas sean atendidas? ¿Cuáles son las causas? ¿Qué se puede hacer?

Especialistas tienen claro los motivos y las acciones que pueden adoptarse. En un trabajo especial que hoy publica este diario, Carmela Orozco, socióloga y académica de la UNAM, menciona que la situación es resultado de décadas en la que imperó la cultura machista y patriarcal, y que tomará al menos 30 años para que niños y jóvenes abandonen esos conceptos.

Renata Martínez, socióloga por la UNAM y feminista, considera que la falta de protocolos efectivos alimenta el problema, pues las familias, los policías y los gobernantes no saben cómo proceder ante la desaparición de una mujer.

Para Neil Arias Vitinio, abogada del Centro de Defensa de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan, los feminicidios persisten por la impunidad, sobre todo en regiones rurales e indígenas, donde los crímenes simplemente no se investigan.

En las investigaciones también hay deficiencias y eso es evidente en los más recientes casos de feminicidios, señala Imelda Marrufo Nava, abogada y titular de la Red Mesa de Mujeres en Ciudad Juárez.

Si los feminicidios son la consecuencia de cuestiones culturales y sociales, de omisiones de la autoridad, de leyes mal aplicadas, de protocolos oficiales que no se cumplen... ¿en qué momento se adoptará una estrategia nacional para ir corrigiendo cada una de las anomalías que contribuyen a mantener elevadas las cifras?

Entre más tiempo transcurra para que se pongan en marcha acciones que tengan el objetivo específico de modificar una lacerante realidad para la mitad de la población, más vidas de niñas y mujeres estarán en riesgo.

No hay campañas en medios de comunicación para orientar a familias que enfrentan el trance de una hija, una hermana o una madre desaparecida; tampoco se conoce de la adopción de nuevos protocolos por parte de la autoridad.

La inacción oficial se enfila como la principal causa de esas muertes.