En su Constitución, Estados Unidos establece el derecho a poseer y portar armas. Ese derecho se estableció hace más de dos siglos cuando el país tenía condiciones sociales y demográficas muy distintas a lo que prevalece en el siglo XXI. Hoy, con mínimas restricciones, cualquier ciudadano puede adquirir un rifle de asalto semiautomático en un supermercado, con capacidad de disparar varias veces en un segundo.
Las consecuencias de ello se han traducido en las últimas décadas en frecuentes tragedias. En escuelas, supermercados, conciertos o en la calle, desequilibrados mentales han arrebatado la vida mujeres, niños y hombres.
El derecho constitucional a poseer armas, sumado a los índices de violencia, a los tiroteos y a una poderosa industria armamentista, ha sumido a Estados Unidos en un círculo el cual amplios sectores claman romper. Esta situación tiene a esa nación actualmente situada en un escenario trágicamente absurdo: hay más armas de fuego que habitantes.
Según datos oficiales, en 2021 la población estadounidense fue de 332 millones de personas. La Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos y la Universidad de Ginebra, Suiza, apoyada con el Small Arms Survey (Encuesta de Armas) calculan, en contraste, que existen alrededor de 390 millones de armas de fuego de todos los tipos en ese país.
Pero hay un dato que torna más estremecedora esa cifra: solo 41% de la población estadounidense posee el grueso total de las armas.
La muerte de 19 alumnos de primaria a finales del mes pasado volvió a poner el tema del control de armas en el debate nacional, pero la cruzada no es fácil debido a que la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el mayor impulsor de las armas logra que no se realice ningún cambio a la Constitución e incluso obtiene de varios gobernadores leyes más flexibles para el uso de armamento, a fuerza de millonarios apoyos para las carreras políticas de legisladores y gobernantes.
Si se continúa poniendo al centro un derecho obsoleto, defendido a capa y espada por fuertes intereses monetarios, vinculados al poder político, Estados Unidos seguirá viendo derramar la sangre de gente inocente.
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