Con noticias de masacres con las que ya casi cotidianamente el país se despierta, parece ser que de nada ha servido cuanto operativo se ha ordenado en puntos de conflicto, pues en poblados como Zinapécuaro, Michoacán, el control lo siguen teniendo los criminales y las bajas las sigue aportando el pueblo.

A primera vista, Zinapécuaro podría dar la impresión de ser un microcosmos aislado, sin embargo la violencia se replica por diversas regiones del país y refleja una realidad que se vive en varios estados, que no se circunscribe a una porción de Michoacán, y por la que nos damos cuenta de las disputas territoriales entre los grupos criminales hasta que empiezan a aparecer los muertos, los tiroteos, los ejecutados, los colgados, los desplazados, etc.

En Zinapécuaro, los criminales incluso están ya imponiendo su control sobre la actividad mercantil, al determinar qué precios, productos y proveedores serán los que van a estar autorizados para comercializar en las zonas bajo su control, so pena de muerte o exilio del pueblo.

El resultado de lo anterior es un pueblo fantasma, en donde buena parte de los habitantes han salido del lugar por decisión propia, otros han perdido la vida a manos de las organizaciones delincuenciales y los que quedan casi no salen a las calles por miedo de lo que les pueda pasar.

Así, ni los operativos militares o las alternancias partidistas al parecer influyen poco o nada para una vuelta a la paz y la tranquilidad. En tanto, los encargados de combatir al crimen organizado y garantizar la paz para los pobladores, ocupan su tiempo y atención en complacer y promover al Presidente, pero olvidan y dejan a su suerte a los ciudadanos que los eligieron y los llevaron a ocupar cargos de poder, en el entendido de que al hacerlo podrían resolver toda esa serie de necesidades que siendo candidatos prometieron atender.

Mientras, desde la Presidencia se obstinan en no ver la realidad y reiterar una y otra vez que las cosas han cambiado, que “ya no es como antes” y que el pueblo está feliz, feliz, feliz. A lo mucho, ante los saldos de la violencia que no se pueden ocultar, se afirma que la guerra es cosa de gobiernos anteriores y que lo que llega a haber, son solo enfrentamientos focalizados entre bandas locales. Más respeto por el dolor y sufrimiento de quienes saben que esa violencia va más allá de lo que les dicen.