Los comicios libres y transparentes para elegir gobernantes son relativamente nuevos en el país. La construcción de un sistema confiable ha costado poco más de dos décadas y muchos recursos. Pero en la edificación de una sociedad democrática, el sector sindical parecía ir en sentido contrario.
Los sindicatos han sido colectividades en los que generalmente los líderes se enquistan por medio de elecciones realizadas bajo la sombra de trampas, coacción y presiones.
A eso hay que sumar que durante décadas los sindicatos solo han servido para actuar de manera corporativa en favor de algún grupo político.
El ejemplo más emblemático es el del sindicato petrolero, dominado prácticamente por dos hombres en casi medio siglo: Joaquín Hernández Galicia y Carlos Romero Deschamps.
Con las modificaciones en la Ley Federal del Trabajo, como parte de los compromisos firmados en el Tratado México-Estados Unidos-Canadá, la democracia en la vida sindical empieza a dar sus primeros pasos, aunque tambaleantes.
En el gremio petrolero hay denuncias de que cinco días antes de que el Comité Ejecutivo lanzara la convocatoria para el proceso de sustitución por vacancia de la Secretaría General, un aspirante fue proclamado ganador.
En un video al que este diario tuvo acceso se lanza un mensaje que asegura que los 36 secretarios generales del Comité Ejecutivo General han “coincidido” en un solo frente “con un candidato que conoce, que sabe el fondo del sindicato, Ricardo Aldana Prieto”.
Con acciones de una anticipada unidad interna en torno a un aspirante solo se bloquea la posibilidad de democratizar el proceso de selección.
Desde la Presidencia de la República se convocó a los aspirantes a que presenten sus propuestas de manera abierta desde Palacio Nacional. Ojalá se concrete.
Es prácticamente la primera vez que los trabajadores petroleros tendrán la oportunidad de elegir de manera libre a su dirigente; por ello es indispensable que el proceso se realice de manera transparente, sin presiones de ningún tipo.
Ese tipo de ejercicios debe comenzar a replicarse en los distintos gremios de la vida laboral mexicana.
La libertad al momento de elegir dirigentes debe ser una práctica común. La democracia sindical no puede ser una farsa.