Pareciera que no contentos con el trato inhumano y denigrante que se está dando a los migrantes de otros países que pasan por México, los cuerpos de seguridad mexicanos también la emprenden contra los connacionales que desde Estados Unidos o Canadá regresan para visitar a la familia que han dejado de este lado de la frontera para pasar con ellos las fiestas de fin de año.

Lamentable que estos paisanos encuentren en su camino no solo el peligro que representan los grupos delincuenciales que en algunas carreteras están siempre al acecho, sino que también los efectivos policiacos o militares que deberían estar para garantizarles seguridad en su paso de visita por la tierra que los vio nacer, encuentren en ellos un filón de oro al saberlos cargados de dólares que traen para sus familias, algunas en rancherías o en comunidades marginadas de distintos puntos de la República.

Y triste que la extorsión y el exprimido de los bolsillos de estos mexicanos radicados en el extranjero comience con el propio personal de aduanas y de los módulos de Migración, que buscan cualquier falta menor o resquicio legal para intimidarlos, consiguiendo así “mordidas” o pago de cuotas para dejarlos entrar al país y no regresarlos o retrasarlos.

Más tarde, en las carreteras y caminos, y viendo que algunos de estos migrantes conducen autos con placas extranjeras, otros policías los detienen y les vuelven a sacar dinero por esa causa o por cualquier otra que se les ocurra al hacerles la revisión.

Hay que demostrar a los migrantes de regreso por México ese agradecimiento que les ha expresado el Presidente tantas veces, haciendo algo tan esencial como no permitir que los agentes de las corporaciones de seguridad los extorsionen o intimiden al volver al país.

No hay seguridad ni avance posible si no se erradica la corrupción al interior de los cuerpos de seguridad, corrupción con la cual no podrían explicarse ni esas extorsiones, ni tragedias humanitarias como el accidente en Chiapas que acabó con la vida de 56 migrantes centroamericanos y caribeños, y para el cual hasta la ONU ya pidió una investigación, ante la gravedad de los hechos.

Si en algún momento del pasado al migrante que dejaba México se le calificó como traidor, y ahora hasta se les etiqueta como héroes y benefactores del país gracias a sus cuantiosas remesas con las que alivian no solo a sus familias, sino a la economía nacional, lo justo es procurarles un trato digno y una estancia tranquila y segura.