A casi seis meses de que la Organización Mundial de la Salud declaró el pasado 30 de enero una emergencia sanitaria internacional por los casos de Covid-19 que comenzaban a registrarse en varias partes del mundo, ayer felicitó a cuatro países por la forma en que han controlado sus brotes: Canadá, China, Alemania y Corea del Sur.
La explicación de la OMS es sencilla: los casos bajan donde se siguen rigurosamente las medidas de salud; donde no, suben.
¿Cuáles son esas medidas? Para la OMS basta con un liderazgo eficaz, campañas educativas, uso de cubrebocas, amplia aplicación de pruebas, medidas de higiene y prácticas de distanciamiento social.
¿Cuántas de esas acciones se han puesto en marcha en México? Todas, aunque si el país no ha podido contener los brotes y las muertes por esa pandemia --hace unos días se registró un nuevo récord en contagios diarios con más de 8 mil-- la razón principal es la falta de uniformidad en la aplicación de las medidas.
Mientras el gobierno federal desde el inicio de la epidemia dejó en claro que no realizaría pruebas masivas, hubo entidades que con el avance de los casos apostaron a seguir la ruta contraria y comenzaron con el despliegue de brigadas para aplicar exámenes a la población.
Mientras desde el gobierno federal se pone en duda la efectividad del uso de cubrebocas, hay ciudades, estados y gobernantes que han hecho de la mascarilla casi una obligación.
Además, por decisión propia buena parte de la población ha hecho suya también esa prenda. El sentido común dicta que si dos personas se comunican de manera presencial, mantienen una distancia y portan cubrebocas, el riesgo de transmitir eventualmente el virus disminuye drásticamente. Diversos estudios han confirmado su efectividad, debido a que la principal forma de contagio es por las emanaciones de partículas que salen de la boca o nariz al hablar, toser o estornudar.
Ante la presencia de un virus elevadamente contagioso los gobernantes tienen la obligación de recurrir a las medidas recomendadas por expertos e instituciones como la Organización Mundial de la Salud. Se puede perder poco y ganar mucho: por ejemplo, evitar centenas o miles de contagios y probables muertes. Revalorar ese pedazo de tela se vuelve impostergable.