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El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció ayer ayuda económica para paliar los efectos generados en México por la crisis sanitaria mundial, pero surge el dilema ¿a quién darle prioridad? ¿a quienes ven en riesgo su empleo o a quienes están en la posibilidad de crear empleos o sostener los que existen?
Cuando el Presidente anuncia que su gobierno cuenta con un fondo de 400 mil millones de pesos que podrá aplicar a contrarrestar los efectos de la crisis generada por la pandemia y otros escenarios concomitantes como la caída en los precios del petróleo o la depreciación de la moneda mexicana, y que estos recursos se destinarán a dar continuidad a los programas de bienestar que beneficiarían a las clases más desprotegidas del país, parece olvidar que gran parte de ese dinero proviene sustancialmente de los sectores empresariales a los cuales se niega ahora a ayudar bajo el argumento de que no favorecerá con condonaciones de impuestos ni rescates financieros a inversionistas o empresarios, como hicieron en su momento los gobiernos anteriores al suyo, los “gobiernos neoliberales”.
Incluso afirma que del fondo de contingencia con que cuenta, se garantiza también la consecución de las grandes obras de infraestructura emprendidas por su gobierno, como el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas o el Tren Maya, por la creación de futuros empleos que traerán una vez que entren en funciones, puestos de trabajo que por supuesto no podrán compensar los miles o cientos de miles que se perderán en el sector privado por un régimen que no acudió en su auxilio cuando lo requirió, pero que sí cumplió con todas las obligaciones que le impuso el gobierno cuando la crisis no se había acentuado.
No serán muchas las empresas, por muy grandes y sólidas que sean, que puedan sostenerse con su planta laboral intacta tras dos, tres o más meses sin registrar ingresos y teniendo además que cumplir obligaciones como pago de impuestos, nóminas, rentas o suministros básicos como luz y agua.
El presidente estadounidense Donald Trump ha reconocido incluso que, si se sopesan las consecuencias económicas de parar gran parte de las actividades como medida para detener el avance de la pandemia de coronavirus, el remedio resulta peor que la enfermedad.
Por supuesto que es importante ayudar a los pequeños eslabones, a los más frágiles de la cadena productiva, pero todos necesitarán ayuda en cierta forma. ¿Por dónde comenzar? Será una operación quirúrgica que requiere de fina precisión para no lastimar ni agravar al enfermo: la economía mexicana.