Una notoria y progresiva tendencia hacia la precarización de los salarios aparejada con la cancelación de empleos de calidad, es el panorama en el que se desenvuelve la clase trabajadora mexicana desde por lo menos los dos últimos años y aún antes de la pandemia de coronavirus, que solo vino a agravar aun más las condiciones del campo laboral nacional.
Eso es lo que revela la última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi, en la que a la vez que se destaca la creación de nuevos empleos pero con bajos sueldos, se comprueba una acusada pérdida de la capacidad salarial, producto de la inflación que hace rendir cada vez menos los ingresos de los mexicanos.
Según el reporte, hasta el cierre del año pasado, la cantidad de personas que en México perciben al mes sueldos de más de 5 salarios mínimos (algo más de 21 mil pesos) se redujo a 1.3 millones de empleados en todo el país, 712 mil menos de los poco más de 2 millones que estaban en ese rango de ingresos en 2019.
En contraste, el número de trabajadores que percibe sólo un salario mínimo creció acusadamente en un total de 2.7 millones en los últimos dos años, fenómeno que se verificó en 29 de las 32 entidades de la nación. Ambas cifras marcan una tendencia compensatoria entre los dos extremos, pero que refleja la terrible realidad de la pauperización salarial en México y que la inflación ahorcará más los ya de por sí bajos ingresos de la mayoría de la población.
Llama la atención que en nuestra nación hay 3.2 millones de mexicanos que trabajan sin percibir ningún ingreso monetario a cambio y que, lejos de disminuir, es una cantidad que se va incrementando. Se trata en su mayor parte de personas que invierten su fuerza de trabajo en labores domésticas, como las amas de casa, o en la generación de productos de subsistencia, como campesinos, recolectores y pescadores que laboran para el autoconsumo.
El Estado debe procurar mejorar las condiciones para el empleo y la inversión, ya que solo así se podrá generar un ambiente financieramente sano que, por extensión, redundará en competitividad profesional y un alza de los salarios que, por sí sola, también es generadora de bienestar social al garantizar que las personas cuenten con más dinero para gastar, creándose así un círculo virtuoso que opera en beneficio de todos.