Hace 44 años, fue al arqueólogo y antropólogo Eduardo Matos Moctezuma a quien le correspondió atender el reporte de un hallazgo arqueológico en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Se trataba de una escultura cincelada en un monolito circular a la que él identificó como la diosa mexica Coyolxauhqui, cuyo descubrimiento detonó su carrera profesional.

Providencialmente, la revelación de aquella obra de arte prehispánico levantó tal revuelo, que el entonces presidente José López Portillo dio su apoyo y el financiamiento necesario para expropiar predios y descubrir hasta donde fuera posible la mayor parte de aquellas riquezas enterradas, dando origen al Proyecto Templo Mayor, cuya dirección corrió a cargo de Matos Moctezuma.

Al académico, con el aval del gobierno mexicano, correspondió continuar la obra del arqueólogo Manuel Gamio, quien a principios del siglo XX había aventurado la hipótesis de que el Templo Mayor de Tenochtitlán se encontraba sepultado bajo los edificios modernos del centro de la capital mexicana, pero que en su momento no pudo comprobar por la reticencia de los habitantes del Primer Cuadro a no dejar sus casas o permitir excavaciones.

Así, el Proyecto Templo Mayor catapultó el nombre de Matos Moctezuma al Olimpo no solo de la arqueología mexicana, sino mundial, ganándole el reconocimiento de la comunidad académica nacional e internacional, misma que ayer le otorgó uno de las distinciones más prestigiadas en el ámbito cultural: el Premio Princesa de Asturias en la categoría de Ciencias Sociales, con el que se le reconocen sus más de seis décadas dedicadas a la investigación, la enseñanza y la divulgación del conocimiento.

En medio de las felicitaciones por el reconocimiento, Matos Moctezuma aprovechó la circunstancia no solo para reconocer a las instituciones académicas que lo formaron, sino también para externar su pesar por la merma en interés y apoyos por parte del gobierno mexicano hacia la cultura y la ciencia en el país, situación que golpea a los investigadores y los ha ha llevado a la precarización de sus condiciones laborales.

Cuando desde el exterior llegan los reconocimientos a los académicos mexicanos, para hacer evidente la valía de su trabajo, es momento para que las autoridades nacionales se cuestionen si las políticas de austeridad son en realidad la solución a los problemas del país o la inyección de recursos a proyectos que estimulen el conocimiento y el orgullo por la protección al patrimonio.

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