Celebro con entusiasmo el Premio Nacional de Literatura decidido en favor del poeta Óscar Oliva . Lo celebro por varias razones, todas ellas buenas: en primer lugar, por su poesía , enérgica y de una fuerza impresionante; por su vida fecunda, vinculada sin cesar a su vocación; por su ejemplar conducta cívica y política —presente en sus versos—; por su coherencia de artista y aun por sus tareas en el servicio público.

Oliva tiene 85 años de edad y sigue tan activo y sagaz como a los 25. A estas alturas, ya todo el mundo sabe que perteneció al grupo de poetas conocido como La Espiga Amotinada , al lado de Jaime Augusto Shelley —nacido en la Ciudad de México—, sus paisanos Eraclio Zepeda y Juan Bañuelos, y el sinaloense Jaime Labastida. Los cinco “espigos ” fueron animados y apoyados por el poeta catalán Agustí Bartra (padre del brillante Roger Bartra), que escribió el prólogo del libro colectivo de 1960 (Fondo de Cultura Económica), titulado con la frase que le dio nombre al grupo.

De los “espigos”, solamente Eraclio Zepeda había recibido, en 2014, ese premio en Literatura; Labastida lo recibió en su calidad de filósofo. No lo recibió Juan Bañuelos , que sin duda lo merecía. (Juanito Bañuelos fue mi maestro y siempre lo quise y lo admiré).

Hay una nota interesante en las razones del premio a Oliva. Uno de sus méritos consiste, se dice en el acta, en haber estado cerca “de los pueblos originarios”. Difícilmente podría haber sido de otro modo, pues el poeta es oriundo de Chiapas, uno de los estados de nuestro país con gran población indígena. Esa “cercanía” estuvo, en 1994 y después, en el caso de Oliva, sellada por la solidaridad militante con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN . A eso lo llama el gobierno, a través de la Secretaría de Cultura, “haber estado cerca de los pueblos originarios”: curioso, evasivo eufemismo, que se explica porque el régimen lopezobradorista no le ha inspirado la menor simpatía, como bien se sabe, a los neozapatistas de Chiapas.

Los otros premios nacionales de 2022 me han dado gusto también. El de Fernando Serrano Migallón y el del Taller Leñateros, grupo de trabajo artesanal fundado por mi entrañable amiga Ámbar Past en San Cristóbal de las Casas, me parecieron justísimos. El músico Sergio Cárdenas lo recibirá, asimismo: escribí hace años una página que él me pidió, incluida en el cuadernillo de uno de sus discos, en elogio de una composición de su autoría.

Festejo en esta columna de EL UNIVERSAL el premio al poeta Óscar Oliva porque siempre los tiempos son malos para la poesía. Óscar Oliva ha reconocido el ejemplo y el magisterio de José Revueltas y Efraín Huerta, entre otros, además de la ayuda extraordinaria de Agustí Bartra en los inicios de sus trabajos creativos; es un hombre con el corazón en su lugar. Su esposa, Sonia Quiñones , y sus hijas y nietas, lo acompañan y lo rodean de amor con motivo de este premio.

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