Hablar de todo aquello que me proporcionó la unam me tomaría más que todas las palabras que se encuentran en un diccionario de la lengua española. Mi paso como estudiante en la Facultad de Medicina estuvo lleno de experiencias y acontecimientos inolvidables que dejaron una huella en mi vida académica, profesional, cultural y personal.
En 1969 comencé mis estudios en la Facultad de Medicina de la unam. Después de seis años de estudios, recuerdo bien el día en que me gradué; fue un lunes 18 de agosto de 1975 cuando firmaba mi título como Médico Cirujano para llevarlo posteriormente al registro de profesiones y así obtener mi cédula y registro de la Secretaría de Salud. ¡Cómo olvidar el costo de aquel documento que era más caro que las inscripciones anuales que había pagado durante toda mi carrera en la unam!
Sin duda alguna, el movimiento estudiantil de 1968 marcó gran parte de mi vida académica. De hecho, mi ingreso a la Facultad de Medicina fue postergado por seis meses debido al cierre de la Universidad. Aunque en aquel momento no dimensionaba la magnitud del problema que se vivía en el país, sí estaba consciente de las dificultades que se avecinaban. Era muy obvia la inconformidad social que se vivía al ver a grandes personalidades de la unam, como el rector, académicos, estudiantes, empleados, etcétera, manifestándose sobre la Avenida de los Insurgentes. Como bien sabemos, los grandes levantamientos sociales han nacido con los movimientos estudiantiles. Al final logré empezar mis estudios seis meses más tarde, pero aún con las heridas de lo acontecido en octubre de 1968.
Una de las más grandes enseñanzas que tuve durante mi paso por la Facultad de Medicina fue la de la gran integración social que existe entre los estudiantes, sin importar la clase social; todos juntos caminábamos a lo largo de esa gran explanada que va desde la Biblioteca Central y Rectoría hasta la Facultad de Medicina, comentando, platicando y experimentando sobre nuestros aprendizajes y experiencias diarias.
Asimismo, siempre he estado orgulloso de la gran aportación académica y cultural de mi Alma Mater a México y al resto del mundo. De esta gran institución han salido prominentes médicos, abogados, arquitectos, ingenieros, biólogos, actuarios, políticos, entre otros. Algunos de ellos son Alfonso García Robles (Premio Nobel de la Paz), Octavio Paz (Premio Nobel de Literatura) y Mario Molina (Premio Nobel de Química).
Como estudiante de la Universidad pude disfrutar de aquellas instalaciones deportivas y artísticas. Era toda una experiencia caminar y ver casi diario los murales de la fachada de la Biblioteca Central, Rectoría, el Estadio Olímpico y la Facultad de Medicina, realizados por los grandes muralistas, como David Alfaro Siqueiros, Juan O’Gorman, Diego Rivera y Francisco Eppens. Quién no recuerda aquellos juegos de futbol americano –que tuve el gran placer de presenciar– entre el Instituto Politécnico Nacional y la unam. También estuve presente en una hexagonal de futbol soccer con equipos como Santos, Botafogo, Estrella Roja de la vieja Yugoslavia –con sus personalidades deportivas– y, por supuesto, el equipo de la unam: los gloriosos Pumas. Cómo olvidar el haber estado presente en la inauguración y clausura de los xix Juegos Olímpicos. Todo esto, en el gran Estadio Olímpico de la unam.
Finalmente quiero hacer énfasis en que el nivel académico de la Facultad de Medicina de la unam siempre ha sido sobresaliente. Gracias a las bases sólidas académicas y científicas que me enseñó esta institución, pude salir adelante en mi vida profesional y hoy seguir ejerciendo orgullosa y éticamente como médico patólogo mexicano.
Mantener una institución académica de alto nivel, con instalaciones culturales y deportivas como estas, y que integre distintas clases sociales, tal y como lo ofrece la unam, requiere de presupuesto, esfuerzo y autonomía. Trabajemos juntos para que las siguientes generaciones puedan platicar orgullosamente sus experiencias de la unam, justamente como lo estoy haciendo yo en este artículo.
Como bien sabemos, la educación ha sido, es y será el motor para una proyección y desarrollo de cualquier nación en el mundo. Hemos pasado durante los últimos años por diversos y significativos cambios políticos, sociales y económicos. En nuestro contexto hubo nuevos conocimientos que tuvimos que adoptar algunos de nosotros en relación a la tecnología que ha reemplazado un sin número de labores. La Fundación unam se mantuvo presente apoyando, sobre todo con la pandemia que al día de hoy padecemos, con la cual tuvimos la necesidad de aprender un nuevo estilo y/o rutina de vida; esta instancia no ha dejado de trabajar, ha mantenido su labor, finalidad, metas y propósitos, que ayudan a todo aquel que la requiera, como lo son becas de manutención, apoyo nutricional, académicas, apoyo a profesorado e investigadores, entre otros. La Fundación unam es una entidad que debería tener proyección en todos lugares y niveles de nuestro territorio, y que ha contribuido al desarrollo, educación y formación de profesionistas que este gran país se merece, qué más se le puede solicitar y/o pedir.
Mis más sinceras felicitaciones y un abrazo a esta Fundación, a su Patronato, directores, colaboradores, miembros, etcétera, por la labor que llevan a cabo.
¡Goya, Universidad!
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