El concepto de gentrificación se utiliza como el desplazamiento de una población de una zona, preferentemente de escasos recursos, por personas con mayor poder adquisitivo. En el caso de México el proceso se ha dado principalmente por extranjeros que encuentran los precios de viviendas, venta o renta, más baratos que en sus lugares de origen. Si adicionalmente traen dólares, su poder de compra es mayor que en el lugar de donde vienen. La llegada masiva provoca encarecimiento de rentas, alimentos y, en general, de todos los bienes y servicios locales. La población que originalmente vivía ahí encuentra más difícil cubrir el costo de la vida, por lo que tienden a desplazarse hacia otros lugares más baratos. Esto es el proceso de gentrificación.
En la CDMX este fenómeno se ha presentado en la colonia Condesa y la Roma, pero se extiende rápidamente a otras, como la Doctores, que hace apenas unos años era considerada como zona peligrosa. En lugares turísticos también está ocurriendo. Concretamente, en la Riviera Maya es un fenómeno notorio. Donde el proceso parece estarse revirtiendo es en Tulúm, donde el encarecimiento de bienes y servicios está generando una crisis económica que nos da una idea de lo que podría ocurrir en las diferentes ciudades del mundo donde se está presentado este fenómeno.
La gentrificación no es nueva. Hace por lo menos treinta años se empezó a notar en ciudades como Los Ángeles o Nueva York en Estados Unidos. Se ha alcanzado tal nivel que es casi imposible vivir en algunas ciudades por lo elevado del costo de la vida. Barcelona, en España, es otro lugar que ha sido invadido por adultos mayores, pensionados, que han encontrado en esta ciudad un lugar más barato para vivir. ¿Qué pasará en estas ciudades cuando los adultos mayores dejen de habitar este mundo? Lo que está pasando en Tulúm nos puede dar una idea sobre el futuro posible.
El incremento en precios en Tulúm ha alcanzado niveles de escándalo. Ante tal encarecimiento la gente se empieza ir y con ello están provocando la quiebra de hoteles, restaurantes, clubes de playa y otros lugares de esparcimiento. Esto podría provocar que la localidad pase de un contexto de precios altos a uno donde éstos se precipiten y con ello muchas empresas, de todos tamaños, quiebren. Esto implica desempleo. En pocas palabras crisis económica.
En Tulúm los precios crecieron sin control. Hace no muchos años era más barato que Cancún y Playa del Carmen. Pero las cosas cambiaron por el excesivo turismo extranjero y por querer cobrar todo a precios excesivos. Si esta tendencia no se revierte, lo esperado es una crisis local de dimensiones colosales.
En el resto del mundo podría ocurrir lo mismo. En particular en las zonas o ciudades donde se presenta un fenómeno parecido: cuando la población se vaya, o por el paso del tiempo fallezca, los precios se vendrán abajo. Lo que era negocio dejará de serlo y podría convertirse en una crisis económica fuerte. Esto ya está ocurriendo en algunos lugares. Tan es así que en Italia se está promoviendo la repoblación de ciudades que se están quedando sin gente. Lo que hacen es vender casas a precios ridículos. El problema es simple: no hay gente. Lo que ocurre en el país con forma de bota se podría materializar en el mundo dentro de diez o quince años. Vale más prepararnos para eso.
***
La disputa entre Trump y el Partido Demócrata tiene que ver con una visión de Estado: ¿debe haber intervención pública en materia de salud o no? La postura Republicana, la de Trump, es que no; la de los demócratas es que sí. En el primer caso la intención es que cada individuo o familia se “rasque con sus propias uñas”, mientras que la segunda aboga por la intervención del Estado como ente que proteja al ciudadano que no pueda pagar su propio servicio de salud. Algunos piensan que los mercados deben operar libremente y que no debe haber intervención pública de ningún tipo. El nieto de Gengis Khan, cuando tomó el poder llevó a cabo una política parecida a la postura demócrata: impuestos en especie para ayudar a los menos favorecidos. Esa es mi postura. Si no, ¿para qué queremos al gobierno?
Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM