Una de las promesas-amenazas del actual presidente de los Estados Unidos de Norteamérica fue clasificar a grupos del crimen organizado como organizaciones terroristas, lo que le permite a dicho Gobierno perseguirlos allende sus propias fronteras con y sin permiso de los territorios donde lo haga. Como ocurre en casos en que desde el exterior se acosa al país, gran parte de la clase política, envueltos en el manto de la soberanía nacional, ha cerrado filas contra esta medida. El problema, sin embargo, es que nosotros, como país no hemos resuelto este delicado problema cuya llaga ha estado abierta desde hace décadas.

La mayoría de los problemas que como país tenemos han sido provocados por nosotros mismos o la solución está en nuestras manos. Al permitir que llegue al poder el tipo de gobernantes que llega, al elegir a los congresistas, y demás puestos de elección popular, que resultan electos y, próximamente, al votar por los jueces que resulten ganadores es resultado de la acción social manifestada en el voto popular.

El comportamiento que como ciudadanos tenemos, de no respetar la Ley y de la poca cultura cívica, evidenciada en algo tan simple como dejar basura en las calles o no recoger las heces de nuestras mascotas, es algo que abona a una sociedad donde el crimen hace de las suyas. El marco legal ni el sistema penitenciario ayudan. Definitivamente como país necesitamos una “sacudida” en varios temas, el del crimen organizado es apenas uno de ellos.

El Poder Judicial de la Federación optó por no mirarse al espejo con ojos críticos y cambiar desde dentro. Lo mismo está pasando en materia de seguridad, pero ahora como país: por no resolver internamente este problema ahora hay fuerzas supranacionales que se sumarán, y que probablemente encabezarán, esta cruzada. La resistencia se debe a que un país donde son grandes, malos y abusivos esté interviniendo en el nuestro.

El verdadero problema es que este tema ha estado en la arena política desde hace décadas y como país no hemos dado pasos firmes y contundentes para resolverlo. Por el contrario: lugares en los Estados donde antes había la calma y paz que el campo suele dar ahora presentan el cáncer del crimen y se han convertido en parte de las notas rojas no sólo a nivel local sino nacional. Guanajuato, Zacatecas, Guerrero y Michoacán son ejemplo de ello.

Un país que aceptó la intervención de los Estados Unidos fue Colombia. A finales del milenio pasado el llamado Plan Colombia, ayudó a combatir a los narcotraficantes con la abierta intervención de la DEA. El resultado es que la sociedad colombiana recuperó parte de su viabilidad, pues antes de esto el caos era tal que tenía el riesgo de convertirse en una sociedad inviable como la de Haití. Éste último país no ha recuperado el rumbo y desde hace décadas se ha convertido en tierra de nadie.

Es importante vernos a nosotros mismos con mirada crítica y resolver los problemas que tenemos. Pronto se renegociará el TMEC, en dichas negociaciones el tema de la seguridad podría tomar un rumbo que nos haga perder soberanía, permitiendo abiertamente intervención extranjera para combatir a organizaciones criminales, o bien que nos obligue a tomar medidas efectivas para resolver este problema. No puede menos que ser vergonzoso que alguien externo venga a decirnos cómo limpiar nuestra casa o bien que lleve al personal de limpieza. Debemos resolver internamente lo que es claramente un problema nuestro.

Si no nos ponemos las pilas y tomamos medidas efectivas que reduzcan la delincuencia, no deberá ser sorpresa que la intervención externa crezca o que nos expulsen del TMEC. De nosotros depende, tanto ciudadanos como empresarios y clase política. Vale más que nos pongamos a limpiar la casa.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM

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