El proceso evolutivo de la sociedad ha provocado algunos problemas de salud en la población del mundo, probablemente se han escapado aquellas regiones que permanecen en un contexto rural y donde no han llegado populares marcas como Bimbo , Sabritas y Marinela . El mundo actual ha convertido en realidad la frase célebre de la emperatriz francesa que, ante la revolución preguntó las causas de dicho movimiento, le respondieron “quieren pan y no hay”, su respuesta fue: “pues denles pasteles”; basta ir a cualquier punto de venta o supermercado para encontrar pasteles al alcance de quien pueda comprarlo. Internacionalmente es un hecho que la obesidad y la diabetes se convirtieron en problema de salud pública . En México, en algunos lugares, como Chiapas , lo común es beber refresco de cola en lugar de agua. En tal contexto no sorprende el crecimiento de las enfermedades cardiovasculares y no virales, pero sí que algunos estudios defiendan lo indefendible.
Los hábitos de mundo occidental han traído consigo mayor sedentarismo, así como mayor consumo de sal, azúcar, grasa y harina, en pocas palabras, de triglicéridos que tienen importantes efectos nocivos en la salud. Desde la perspectiva económica, el debate se centra en el derecho de las empresas producir bienes que pueden ser nocivos para los consumidores y la liberta de éstos de consumirlos o no. La perspectiva liberal extrema sostiene que las personas deben ser libres de consumir lo que quieran, aún si esto atenta contra su vida siempre y cuando no atente contra la integridad de otras personas. Otra postura plantea que el Estado debe proteger al consumidor, incluso de sí mismo; por tal razón existen prohibiciones para el consumo de ciertos productos como las llamadas drogas fuertes.
En México, y otros lugares del mundo, se ha regulado a través de Normas Oficiales Mexicanas, para que cómo mínimo, los productos que consume cualquier individuo que va a la tienda, contengan lo que dice la etiqueta: si dice que contiene jugo, realmente debe tenerlo; lo mismo ocurre si dice que contiene alguna pulpa de fruta. En pocas palabras, algunas NOMs están hechas para que el productor no venda “gato por liebre” y el consumidor elija libremente si quiere el juego real o el sintético.
En el mismo sentido se encuentra el consumo de productos que pueden tener cantidades poco saludables de azúcares, grasas, sodio, conservadores y otras sustancias potencialmente nocivas para la salud: el etiquetado busca que la persona tenga conocimiento de lo que está consumiendo.
Algunas familias que tienen niños saben que agregar la imagen de algún personaje de cine o televisión puede inducir a los pequeños a pedir dulces y cereales que a la postre se pueden convertir en factores que desencadenen transtornos alimenticios y problemas como obesidad o malnutrición. Al final del día, las NOM’s pretenden que la ciudadanía consuma informada y libremente lo que prefiera. Algunas empresas productoras de estos bienes de consumo, potencialmente nocivos para la salud, se han opuesto a estas normas bajo el argumento de la pérdida de ganancias y empleo.
Una premisa de la que se parte al momento de etiquetar los productos es que el consumidor promedio sabe qué son los polímeros y edulcolorantes artificiales, así como los efectos del azúcar, de las grasas, del sodio, etc. Es muy poco probable que el “ciudadano de a pie” cuente con esta información. Al igual que en otros casos, su preocupación principal es buscar su sustento diario. La adecuada nutrición no necesariamente se encuentra dentro de sus principales preocupaciones.
Los partidarios del libre mercado extremo sostienen que el consumidor tiene el derecho de suicidarse como lo considere pertinente: a través del consumo de alcohol, tabaco, azúcares, grasas, harinas, etc. Finalmente es su vida la que está en juego. Igualmente sustenta que se le debe permitir tomar riesgos como conducir autos sin utilizar cinturón de seguridad.
Este homo economicus descrito no es el que mejor nos describe. Los efectos de la malnutrición y del consumo de sustancias nocivas para la salud tienen efectos en el resto de los consumidores a través de mayor gasto en el hospitales y médicos que finalmente los atenderán. Parte de los impuestos que pagamos los que buscamos una vida saludable se destinan a intentar remediar las enfermedades causadas por malos hábitos alimenticios. Por lo tanto, el consumo de productos potencialmente peligrosos para la salud nos compete a todos. Las NOMs no han revertido el problema. Por lo tanto, es necesario tener una presencia regulatoria más fuerte de parte del sector público.